Banca dominicana
Regulaciones más firmes generan mayor confianza

Banca dominicana <BR><STRONG>Regulaciones más firmes generan mayor confianza</STRONG>

Por Richard Lapper
El hecho que las noticias recientes de pérdidas multimillonarias en uno de los bancos privados de República Dominicana hayan causado apenas un murmullo en el sistema financiero del país constituyen una medida de la confianza generada por el gobierno del presidente Leonel Fernández.

Los propietarios del Banco del Progreso expulsaron y sometieron a la justicia al ejecutivo que ellos juzgaron responsable, e inyectaron más de US$300 millones para tapar un agujero en las cuentas, actuando con tanta rapidez que la fe pública en el cuarto banco del país no se vio afectada.

“La confianza en las operaciones diarias del banco sobrevivieron por la forma en que la elite del negocio cubrió el déficit con sus propios recursos”, dijo el presidente Fernández al Financial Times.

Aún así, las dificultades del Banco del Progreso han resultado un incómodo recordatorio de la crisis de 2003 en BANINTER, entonces, el tercer banco del país. La quiebra de BANINTER, provocada por asuntos de préstamos y acusaciones de fraude y malversación que todavía están sujetas a procedimientos legales, propulsó las quiebras de otras dos instituciones financieras menores -el Banco Nacional de Crédito (BANCREDITO) y el Banco Mercantil-. La crisis ha sido una de las más grandes en América Latina.

Pérdidas generales de más de US$2 millardos -equivalente al 20% del PIB- fueron cubiertas por un rescate masivo del gobierno, con el cual el gobierno del señor Fernández tiene que seguir tratando. Después que los depositantes retiraran sus fondos, el Banco Central optó por garantizar el 100% de los depósitos, hasta un volumen de US$16,000. Como resultado, tiene en sus libros unos US$4 millardos en certificados de depósitos emitidos para compensar el problema de liquidez resultante del rescate. El señor Fernández y sus ministros siguen tratando de resolver esa carga que catalogan de “cuasi fiscal”.

En contraste, el gobierno salió ileso de los problemas en el Banco del Progreso. Sin embargo, el suceso hará surgir interrogantes sobre la eficacia de los cambios en la regulación introducidos desde 2003. El principal impulso de estas medidas ha sido acercar la práctica dominicana a las principales normas internacionales. Los bancos están siendo obligados a incrementar la capitalización; por ejemplo, tienen que aumentar sus provisiones frente a préstamos impagables potenciales. Las reglas contables se modificaron, para llevar mayor transparencia a la relación entre las casa matriz y su banco.

Todos los bancos están ahora obligados a analizar los riesgos del crédito, en lugar de depender de las relaciones personales con los clientes.

Sin embargo, muchos de estos cambios han contado con poco tiempo para asentarse, especialmente puesto que, al menos según los críticos, algunos bancos se mostraron reacios a introducir los cambios. “El cambio de reglas no es suficiente. Hay que cambiar las prácticas al nivel del piso de negociaciones”, dice un funcionario de una agencia multilateral basada en Washington.

No obstante, expertos locales dicen que la regulación marcha mejor. “Ha mejorado mucho”, dice el señor Luis Núñez Santana, un analista en Santo Domingo. “El Banco Central aprovechó la experiencia para mejorar los reglamentos”.

Manuel Peña-Morros, presidente del Banco León, está de acuerdo, y añade que “la banca se ha convertido en un proceso mucho más disciplinado. Los bancos están mucho más presionados para no hacer préstamos a compañías afiliadas”, explica. Por ejemplo, el Banco León no puede prestarle a la cervecería que produce la famosa cerveza dominicana “Presidente”, porque ambos son propiedad de la rica familia León, de Santiago de los Caballeros. “`Vincular¨ es una mala palabra”, dice el señor Peña-Morros.

Carga la culpa a la falta de profesionalismo entre los dueños y los gerentes que presidieron una rápida expansión del sistema en los años 90. “Los propietarios de los bancos no eran banqueros. No había una administración profesional y sí una gran carencia de disciplina bancaria”, dice.

Eso está empezando a cambiar. Durante los últimos dos años, por ejemplo, el Banco León ha cambiado prácticamente en todos los aspectos a la institución fallida  que asumió -el Banco Nacional de Crédito.

“Hemos hecho de todo. Tenemos clientes nuevos, nuevos productos, una nueva plataforma [computación y sistema de IT], y un nuevo edificio. Contamos con personal nuevo y a todos se les ha dado un entrenamiento nuevo”, dice.

El otro impacto de la crisis ha sido el incremento de la presencia extranjera en el sector. El Bank of Nova Scotia, de Canadá, y el Republic Bank de Trinidad y Tobago han reorganizado BANINTER y el Banco Mercantil. Bank of Nova Scotia asumió un tercio de las sucursales de BANINTER, además de su negocio de tarjetas de crédito, y su portafolio de préstamos personales y comerciales.

Con capital fresco y el restablecimiento de la confianza, los volúmenes del crédito crecieron significativamente el año pasado. Después de un descenso de 6.6% en 2004, los préstamos bancarios crecieron 13.5%. Los préstamos a consumidores subieron 58.8% con solo 21.3% en 2004. Banco León, al igual que otros operadores locales, se está concentrando en grandes proyectos turísticos.

Aún así, la escala y el acceso limitado de los grupos domésticos dominantes al capital, restringen el alcance para la expansión. El señor Peña-Morros dice que ninguno de los bancos del país todavía pueden ofrecer préstamos comerciales a periodos superiores a tres meses.

Las remesas que envían los dominicanos residentes en Estados Unidos alcanzan unos US$3 millardos y representan una fuente potencial de negocios.

Los bancos mexicanos, por ejemplo, han empezado a ofrecer servicio a los emigrantes, ayudándolos a canalizar esos flujos a un floreciente mercado inmobiliario. Sin embargo, el señor Peña-Morros dice que los bancos dominicanos no pueden cubrir el costo de cumplir con las regulaciones norteamericanas. 

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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