Bancos centrales buscan atención y recurren a métodos inusuales

Bancos centrales buscan atención y recurren a métodos inusuales

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Los bancos centrales del mundo enfrentan un desafío inherente a un mundo donde el matiz pasó de moda y las conversaciones sobre políticas llevan 280 caracteres o menos.
Lo que hacen va desde una leve especificidad hasta una increíble complejidad, y para los banqueros centrales es peligroso que la gente no tenga idea de lo que se proponen ni por qué. Las políticas para estabilizar la inflación funcionan mejor cuando la gente cree en ellas, dado que dependen de las expectativas respecto del rumbo de los precios. Por otra parte, una reacción popular contra las tasas de interés más altas puede generar problemas políticos.

¿La solución? Cachorros, música reggae, animaciones, pescadores que bailan. La Fed y sus pares globales, desde el Banco de Jamaica hasta el de Noruega, recurren a los medios sociales y hallan nuevas formas de explicarse hasta a los ojos de los observadores más legos.

Algunos de los esfuerzos podrían caer en oídos sordos (el Banco Central Europeo tiene 1.600 seguidores en Instagram, menos que sus 2.500 empleados), pero es un buen momento para intentarlo. Varias de las principales autoridades monetarias del mundo avanzan hacia un endurecimiento monetario, con lo que se convierten en obvios chivos expiatorios si las economías pierden lustre. En momentos en que el populismo recorre el globo, las instituciones establecidas –en especial aquellas cuyas autoridades no surgen de elecciones- necesitan apuntalar la confianza pública.

“Nuestro desafío consiste en hablar un lenguaje simple en lugar de una oscura jerga científica que sólo media docena de personas entienden”, dijo en mayo el gobernador del Banco de Nueva Zelanda, Adrian Orr, en su primera conferencia de prensa.

Más allá de las palabras. Es un problema muy extendido. El Banco de Inglaterra examinó sus propias publicaciones en 2016 y concluyó que exigían un lector con formación universitaria. El banco central de Filipinas realizó análisis similares de legibilidad y concluyó que sus declaraciones “podrían no ser para el gran público”, uno de los motivos por los que el año pasado incorporó la transmisión en vivo de sus reuniones.

Ir más allá de las palabras podría ser parte de la solución. El banco de Orr ha empezado a publicar una “Declaración de política monetaria en imágenes” para explicar su posición. En una animación se veía una flecha que se acercaba a su objetivo; en otra, un “cartel de resalto” apuntaba a transmitir incertidumbre.

El banco central jamaiquino ha incorporado música a las imágenes y postea vídeos musicalizados en Twitter. “La inflación no es el enemigo si la controlamos” dice la letra de uno de sus piezas reggae. “Si es demasiado alta, la gente se queja. Si es demasiado baja, la economía no crece”.

Los clips han tenido éxito, y algunos se vieron centenares de miles de veces. Podría disculparse a los banqueros centrales noruegos por preguntarse por qué tanto revuelo, ya que ellos fueron los primeros en crear música monetaria.
En 2017, el Norges Bank posteó un vídeo en el que pescadores enfundados en impermeables amarillos cantaban sobre el bacalao. Fue la presentación del nuevo billete de 200 coronas, que tiene la imagen del pez.

Así, buena parte de la comunicación reciente de los bancos centrales es igualmente liviana y parece ser un intento de volver inteligibles y hasta modernas instituciones que tienen fama de torre de marfil.

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