Bandas latinas, son cantera de ola de delincuencia en España

Bandas latinas, son cantera de ola de delincuencia en España

MADRID. AFP. Atuendo urbano, afición por el rap, collares y tatuajes como símbolos distintivos: jóvenes latinoamericanos reproducen en España las pandillas callejeras estadounidenses, «canteras» de delincuencia en un país golpeado por la crisis y el desempleo donde se sienten marginados.

Detectadas por primera vez en 2003, las bandas latinas «se habían instalado en España pocos años antes, coincidiendo con la llegada masiva de inmigración», explica Ricardo Gabaldón, inspector jefe en la policía de Madrid.

Tras descubrir la presencia de los Latin Kings, banda surgida en los años 1940 en Nueva York y Chicago, los investigadores encontraron a los Ñetas, de Puerto Rico, aunque en España ambas están constituidas principalmente por ecuatorianos. «Siguieron Trinitarios, Dominican Don’t Play, Forty Two», éstas compuestas por dominicanos, aunque también hay en ellas colombianos, bolivianos y algún español, explica Gabaldón, quien estima en unos 300 los pandilleros en Madrid.

Todos muy jóvenes, de 14 a 25 años, captados en las escuelas y, sobre todo, en las calles de los barrios más desfavorecidos. Sometidos a una jerarquía férrea, rituales de ingreso, pruebas de valor, castigos y pago de cuotas semanales, se mueven esencialmente por rivalidad entre bandas latinas y atacan poco a los españoles.

«Su fin último es demostrar su valor, ser respetados, no buscan tanto lucrarse» aunque cometen robos y tráfico menudo de drogas, dice Gabaldón. Sin embargo «la pandilla es una forma de aprendizaje, una escuela de delicuentes que permite después a algunos dar el salto» hacia actividades más graves, constituyendo «una cantera de organizaciones criminales», afirma.

Las bandas tienen también fuerte presencia en Barcelona, segunda ciudad del país, donde recientemente la policía asestó golpes a Latin Kings, Bloods y Black Panthers, asegurando que algunas se «profesionalizan» a medida que los pandilleros se hacen mayores. «Vimos que estos grupos iban más allá de (…) una cierta estética y unas ciertas raíces culturales o identitarias, y pasaban a tener una actividad delictiva.

Son grupos que acaban derivando en lo que es el tráfico de drogas, tráfico de armas, extorsiones», explicó el director de la policía catalana, Manel Prat. Para Vladimir Paspuel, presidente de la asociación hispano-ecuatoriana Rumiñahui, que trabaja por ayudar a estos muchachos, las bandas son fruto del desarraigo.

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