Bandera e identidad; folclore o proyecto nacional

Bandera e identidad; folclore o proyecto nacional

La palabra bandera viene de bando; cada bando levantaba un paño con colores y signos para diferenciar los nuestros de los de otros bandos.

Estos lienzos han sido siempre muy amados, pues son señal de seguridad, de protección, de llegar a casa. Con los años se llenan más y más de recuerdos y emociones. Hasta las gorras de beisbol representan emotivamente sus equipos. (Soy aguilucho, pero es más poético “enseña azul”… que “enseña mamey”).

La bandera, pues, es un elemento del complejo patrón social, cultural y psíquico del “nosotros”, del ser y la identidad nacional; visible diferenciador respecto a extraños, rivales y adversarios.

Muchas banderas llevan signos y símbolos. Su “escudo de armas” recuerda a los patriotas enfrentándose cuerpo a cuerpo, portando una pieza de cuero o metal para defenderse de flechas y espadas enemigas.

El escudo era absolutamente personal, mientras la bandera era del todos nosotros, aunque en el fragor de la batalla, el escudo permitía diferenciar alrededor amigos de enemigos.

Bandera y escudo eran cosas de vida o muerte. Pero el escudo de nuestra bandera nunca fue accesorio de nuestros soldados; pero sí fue y es elemento espiritual y emocional clave de nuestra identidad nacional.

Por y para eso, precisamente, los Trinitarios colocaron allí lo más preciado a sus corazones: Colores, lanzas y laureles; y nuestro credo y consigna de: “Nuestro Dios, nuestra Patria y nuestra Libertad”.

Proyecto de un país independiente; distinto y glorioso, donde “la verdad revelada” nos llevaría siempre por el camino de la libertad: “…Y la verdad os hará libres” (Juan 8:31).
Porque para eso era, es y debe ser la lucha de todo ser humano, y en eso nuestros Fundadores fueron luminosamente visionarios; en ello está el mayor sentido de ser dominicano.

Implicando el juramento de servir a la Patria, a nuestros conciudadanos, y de presentarnos diferenciados ante el mundo bajo ese lema y credo, esencia y razón de ser de nuestra existencia y nuestra identidad.

Buscar rasgos de nuestra identidad en culturas indígenas, africanas o europeas es hermoso, interesante y valioso; sobre todo, saber de dónde venimos; pero ni uno solo de los rasgos culturales, usos y costumbres de nuestros antepasados, sean españoles, africanos o tainos tiene prioridad sobre lo que, como seres libres, nos dimos a nosotros mismos como factor diferenciador respecto de otros países de la región (similares en muchos de esos elementos étnicos).

Puesto que, según el propósito de nuestros Padres Fundadores, nuestra dominicanidad no tiene debilidad ni complicidad con el pasado, sino que es una consigna de porvenir, que para ellos y todos los que los acompañaron, quería decir: “En lo adelante, somos un pueblo nuevo y distinto; con un proyecto de vida propio basado en Dios, el amor a nuestro suelo y nuestras gentes, y a lo mejor de nuestras herencias culturales.

Un país sin propósitos claros y firmes, basados en su Proyecto Nacional, no tiene más opción que el oportunismo, el consumismo, la degradación y el oprobio. ¡Seamos ese proyecto nuevo y glorioso de nuestros fundadores!

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