Baní, puntal del desarrollo

Baní, puntal del desarrollo

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
En el siglo XIX, ese insigne hombre antillano, y ciudadano de América, Eugenio María de Hostos, escribía con admiración acerca del espíritu de solidaridad de los banilejos, que en aquel momento de aquella visita memorable de Hostos, se estaba reconstruyendo la iglesia, destruida por uno de aquellos frecuentes incendios que asolaban a Baní con metódica periodicidad, debido a la sequía casi permanente durante cada año, y a tantos bohíos de cana que cubrían el casco urbano de aquella villa, atrapada en torno al parque central y a su iglesia.

Ese esfuerzo de 1884 para levantar la Iglesia parroquial, piedra a piedra, maravilló a todos y es el mejor retrato del espíritu banilejo que se manifiesta en distintas vertientes, como ocurre con la Junta de Regantes del canal Marco A. Cabral, que administra la operación del importante canal de riego, que es la arteria vital para la vida de Baní.

Esas montañas, que al norte vigilan a Baní como eternos exponentes de la naturaleza, para hacer ver la grandeza de la Creación, encierran valiosos tesoros como es el del café y quizás alguna vez aparezcan minerales de valor, como ocurre con las montañas ubicadas al norte de San Cristóbal, en la región de San Francisco y Jamey, que algún día nos darán sorpresas agradables, pero que ahora, por esa inestabilidad moral y cívica, no valdría la pena que la Naturaleza abriera su vientre y diera sus riquezas.

Esas montañas banilejas brindan el complemento que necesita este valle, regado por las aguas del río Nizao que nos llegan a través del canal Marco A. Cabral y así consolidar un proceso desarrollista, por lo que hay motivos más que suficientes para sentir a Baní como lo que es, algo muy apreciado de todos los banilejos, y al cual se le deben dedicar esfuerzos para que la vida se consolide plenamente en toda esa planicie que se extiende desde el río Nizao hasta la Bahía de Ocoa y Punta Salinas. Está limitada al norte por la Cordillera Central y dominada todo por esa imagen permanente del Cucurucho de Peravia y del Cerro Gordo, y al sur, como es de suponer, por el Mar Caribe.

Pero los banilejos tienen peculiaridades que no existen en ningún otro conglomerado humano del país. Mucho antes que esa diáspora dominicana se regara por todo el globo terráqueo, los ancestros, en su inquietud, incursionaban en otros pueblos y otros países, llevando a los banilejos distinguirse en sus tierras adoptivas, por su laboriosidad, su valor y su espíritu emprendedor. Y no solo eran los colmados en las esquinas de la capital, ahora convertidos en bulliciosos y multitudinarios colmadones, sino en empresas que significan mucho para la economía del país.

Es verdad que existen recursos naturales y que se demuestran en como la agropecuaria rinde tan buenos dividendos y los llevan a desarrollar proyectos de gran valor, pero el recurso más importante de Baní son los humanos, que si bien se podrían considerar a veces como tímidos, hay en el fondo una reserva que, debidamente motivada, brota y convierte sueños en realidades, y la riqueza surge de la tierra, nuevos campos de acción se presentan a quienes se arriesgan a trabajar con dedicación y optimismo.

Todos saben que la agricultura banileja es modelo en todo el país, y en eso ha ayudado la herencia transmitida por los originales canarios que habitaron el valle mucho antes de la fundación del pueblo en 1764. La pecuaria es altamente elogiada por todos, en especial por llevarla a un nivel de tabulación fabuloso, en donde los rendimientos hacen ver que no es tan antieconómico explotar la ganadería, en vista de que es un grito común en todo el resto del país que la ganadería no es rentable y necesita de una protección del Estado para poder subsistir y preservarse de la invasión de productos lácteos y cárnicos del exterior y más ahora en las proximidades de la entrada de vigencia del DR-CAFTA. Afortunadamente los banilejos solo creen en la dedicación al trabajo, y el ejemplo lo vemos en florecientes ganaderos que son señalados en todo el país como dignos de imitarse, no sabiendo que el espíritu del banilejo no puede traspasarse a los otros, ya que es algo que se llevan en los genes y es una señal inédita de cada hijo de esta tierra cobijado a la sombra de Nuestra Señora de la Virgen de Regla.

Baní tiene un potencial turístico en su costa; desde la desembocadura del río Nizao hasta la playa de Los Corbanitos, ya afloran proyectos, tímidos pero sólidos, que asegurarían un mejor aprovechamiento de las aguas de ese bravío Mar Caribe. El turismo de montaña invitaría a una mayor atención como sería el caso del Manaclar, donde ya están surgiendo las cabañas privadas y más luego surgirían las instalaciones para los visitantes que disfrutarían de la foresta, temperatura y paisaje, muy cerca de la ciudad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas