Filadelfia.– Tiene fama de frío e imperturbable, pero en la recta final de la Presidencia Barack Obama se ha relajado y ha mostrado su lado emotivo contra la violencia de las armas, indignación contra Donald Trump, un aprecio sincero hacia Hillary Clinton y, por encima de todo, su arraigado optimismo.
Optimista y esperanzado sobre el futuro del país, emocionado por momentos y molesto con Trump en otros. Así se le vio hoy, en su discurso ante la Convención Demócrata para apoyar la candidatura presidencial de su “amiga” Hillary Clinton.
Este año rechazó hablar en la ceremonia de graduación de la secundaria de su hija mayor, Malia, porque, según dijo, no hubiera podido dejar de llorar y no quería avergonzarla.
Pero, en enero pasado, no pudo o no quiso contenerse cuando compareció en la Casa Blanca para presentar nuevas medidas ejecutivas sobre el control de las armas de fuego y, entre lágrimas, recordó a los 20 niños asesinados en el tiroteo en la escuela Sandy Hook de Newtown (Connecticut) en 2012.
“Cada vez que pienso en esos niños me enfurezco”, declaró entonces Obama, quien también lloró ante las cámaras el día que ocurrió esa matanza y cuya mayor frustración como presidente ha sido el fracaso de sus esfuerzos contra la violencia causada por el uso de las armas en EEUU.
Otra masacre reciente, la de junio de 2015 en una iglesia de la comunidad negra en Charleston, también conmovió al mandatario, quien se dejó llevar durante la elegía en memoria de las víctimas y cantó el “Amazing Grace”, un himno cristiano sobre la fuerza de la fe.
Liberado del corsé inherente a las campañas políticas, Obama no ha tenido pelos en la lengua para denunciar, visiblemente molesto, la xenofobia de Trump, candidato republicano a la Casa Blanca.