Julio último fue muy movido en relación al estancamiento del proceso para definir la paz en Oriente Medio con la formal proclamación del Estado Palestino, al que el Estado de Israel se opone, con cada vez nuevas argucias y elementos complicantes nuevos.

El seis de julio, el presidente Obama recibió no preciso  por qué número de veces al premier israelí Benjamín Netanyahu en la Oficina Oval, instándolo a desbloquear el proceso de paz frisado desde el genocidio israelí a la Franja de Gaza en diciembre 2008.

Netanyahu no avanzó absolutamente ninguna intención en relación a los señalamientos de Obama, limitándose a felicitar al Consejo de Seguridad de la ONU por imponer nuevas sanciones a Irán con el propósito de detener su proceso nuclear, pero el Estado de Israel, por el contrario no acata ninguna de las resoluciones alusivas al conflicto palestino-israelí, y así, no se vale.

El día anterior, el ministro de Defensa y ex premier israelí Ehud Barak, conocido como el Napoleón israelí, visitó la Casa Blanca y fue recibido por la titular de Exteriores, Hillary Clinton, y también se entrevistó con el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahumd Abás (Abu Mazen), fue recibido en Amán por el rey de Jordania, Abdalá II, expresándole el líder palestino la disposición de sentarse a dialogar con los israelíes con la exigencia de las referencias de solucionar el trazado de las fronteras antes de la Guerra de los Seis Días de 1967 y detener las construcciones y asentamiento en Cisjordania y el Este de Jerusalén, que la ANP tiene reservada para la capital del Estado Palestino.

En Cap Cana, el presidente Leonel Fernández convocó un encuentro con personalidades vinculadas al caso palestino-israelí con miras a superar el impasse.

El diferendo palestino-israelí con su referencia más alta, la fundación del Estado Palestino, solo advendrá cuando un gobernante norteamericano, que parece a todas luces que no será el actual, ordene al Estado de Israel que el tiempo de las demoras y argumentos hueros concluyó.