Barack Obama

Barack Obama

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Obama desvela en obra parte de la filosofía de poder con que se gobierna EU

En el primer tomo de su más reciente obra: Una Tierra prometida, el expresidente norteamericano Baracttk Obama desvela parte de la filosofía del poder con la que se gobierna los Estados Unidos, el uso de la fuerza y las presiones económicas y políticas en el ejercicio del dominio que confunde los intereses nacionales de Norteamérica hasta los confines del planeta

Obama escribe como si dictara una clase magistral a un grupo pequeño, secreto, coloquial que entiende, comprende, respeta y acepta el papel de Estados Unidos como cabeza del imperio más poderoso y extenso de la Historia.

Con una prosa en ocasiones naif, el expresidente dice, habla, escribe sobre asuntos de alta política que, aunque superados por el tiempo, forman parte del cuerpo de las políticas interna y externa de su nación.

Y es que Obama da por sentado que su visión de mundo y del Gobierno es compartida por todos quienes tienen acceso a sus ideas, a sus anécdotas, a sus triunfos, a sus tribulaciones, a sus deseos, a los frenos que tiene el ejercicio del mando supremo en los Estados Unidos, que es compartido y compartimentado de forma tal que se requiere de un equilibrio político de alto nivel.

Ese equilibrio se logra mediante un diálogo permanente entre fuerzas con igual poder de decisión que deben consensuar las acciones para lograr el mayor beneficio y producir el menor daño.

Edgar Hoover, como líder del Buró Federal de Investigaciones (FBI) habría tildado de comunistas expresiones, relatos que hubieran permitido que aquel hombre de la caverna acusara al autor de “Una tierra Prometida” de comunista. A pesar de todo, Estados Unidos ha cambiado.

Como si no fuera nada, Obama relata algo que no había sido avalado por un presidente de Estados Unidos: la conspiración para derrocar al Gobierno iraní de Mohamed Mossadeg que nacionalizó la empresa inglesa que se había adueñado, del petróleo de Irán acción en la cual, como en muchas otras, participó la mano siniestra de la política subterránea del imperio norteamericano.
Para Obama eso es natural.

No hay moral política, hay intereses. El equilibrio en la democracia norteamericana está basado en la cantidad de din ero que dan los ricos para tener senadores y representantes que los defiendan, obstaculicen proyectos que los afecten y respalden propuestas que los beneficien.

Hay muchas otras lecturas interesantes de ese simpático representante del poder real de Estados Unidos.

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