Barahona en el corazón

Barahona en el corazón

FIDELIO DESPRADEL
Los sacerdotes, activistas sociales y militantes políticos que protestaban en Barahona contra la presencia  de tropas norteamericanas, exigiendo su salida del país, expresan en sí, el sentir de la mayoría del pueblo dominicano. También expresaban este sentir los activistas políticos y ciudadanosas que montaron un piquete ante la embajada de los Estados Unidos, enarbolando las mismas banderas y haciendo la misma exigencia.

Ellos y ellas nos representan a todos y todas; a los que expresamos, en una forma u otra, nuestra firme protesta, y también a aquellos y aquellas que, aún dentro de la pasividad a que los conduce la pesada cotidianidad y desesperanza imperantes, sienten, no obstante, en lo profundo de su sensible humanidad, la vergüenza y la impotencia ante la presencia militar del imperio en nuestro país.

En  la orilla opuesta a esta República Dominicana que ha enfrentado a más de una potencia imperial, se arrastra, en el fango y la opulencia, la otra sociedad; la sociedad lacaya que Juan Pablo Duarte calificó para la posteridad como «de los traidores»; la sociedad de las élites económicas, sociales y políticas; la sociedad de los gobernantes y los poderes que inclinan la cerviz ante el agresor, incapaces de un solo gesto de grandeza ante la prepotencia de los poderosos; la misma sociedad de los adulones, de los indiferentes, de los multiplicadores de todo lo negativo que se anida en esas alturas; esos y esas que venden su conciencia a cambio de las boronas que esparcen, abundantemente, quienes no conocen otra ley ni otra norma que la del disfrute del poder para provecho propio.

Gestos como la marcha de Barahona, el piquete frente  a la embajada de los Estados Unidos, y muchos otros más del mismo signo, nos retan a dar lo máximo que nos sea posible, como parte de la maltrecha sociedad dominicana, a hacer valer los ideales y valores patrios; y nos recuerdan, que mientras los dominicanos y dominicanas mantengamos la capacidad de rebelarnos contra la falta de dignidad, la injusticia  y  el atropello, los enemigos no podrán vencernos.

¿Es acaso la operación en Barahona, con su parafernalia militar y su labor de mercadeo publicitario, un hecho aislado, o una simple labor de beneficencia social? ¡De ninguna manera! Su indiscutible superioridad militar y su capacidad de emprender acciones militares globales, junto con sus centenares de bases y presencia militar a lo largo y ancho del planeta, constituyen la punta de lanza de la estrategia de los círculos de poder norteamericanos, estrategia  que apunta a un poder mundial bajo las normas y dinámica establecida por las 500 ó más multinacionales que hegemonizan el poder y dictan las decisiones estratégicas del gobierno norteamericano y de los organismos reguladores que sirven a esta estrategia (FMI, BM, BID, OMC, entre otros). El señor Bush, con su «locura»bélica (que no es ninguna locura) podrá expresar un matiz en esta estrategia, pero la misma se «cuece» a niveles mucho más sustantivos en los círculos de poder en los Estados Unidos. Cuando nuestros intelectuales orgánicos entornan la boca, alzan la mirada, y empiezan a «teorizar» (con una copa de vino en la mano) acerca de las contradicciones entre el departamento de estado y el pentágono, y entre el partido demócrata y el republicano, podrían tener razón a nivel táctico, pero en  lo referente a las  grandes estrategias, es el partido del capital el que dice la última palabra y el que decide la

estrategia, y este «partido del capital», ni es republicano ni demócrata. ¿Acaso no fue el señor Clinton el que incitó la guerra en Yugoeslavia y el que alentó la intervención militar de la OTAN, y el genocidio en la heroica región? Lo que quiero expresar es que la hegemonía militar es consustancial a la estrategia del imperio norteamericano; quiero decir, además, que ese imperio está en declive, en decadencia; y que presencias militares estadounidenses como la de Barahona, al igual que la de Haití, la de la frontera común entre nuestros dos países, al igual que sus decenas de bases militares en América, incluyendo la de Malta (Ecuador), la de la «triple frontera» (Brasil, Paraguay, Uruguay), y las del Caribe, no son hechos aislados, y mucho menos «acciones de beneficencia»; son parte sustantiva de una misma estrategia de dominación mundial, y como tal, debemos los dominicanos y dominicanas progresistas denunciar la presencia de sus soldados, hacerles sentir que no son bienvenidos,  y denunciar a los poderes públicos y a todos los organismos del Estado que contribuyen a enmascarar esta acción.

De ahí el título de estas notas: Barahona en el Corazón.

La acción de los pueblos está llena de estos actos sencillos, pequeños, pero significativos. Al igual que el piquete ante la  embajada del imperio. ¡Me inclino reverente ante esta y otras iniciativas! ¡Ojalá el país se poblara de estas y otras acciones del mismo signo! 

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