Barbara Prézeau Stepehenson: Singular y plural

Barbara Prézeau Stepehenson: Singular y plural

Barbara Prézeau Stepehenson

Desde la perspectiva existencial, la artista desembarca en la Ciudad de las Luces, con un imaginario propio nutrido de una visión del mundo que inicia un viaje hacia occidente después de un tránsito por Québec, la provincia francófona de América.

La recordamos con sus centenares de hojas de papel orgánico que ella misma fabricaba, y que trabajaba con una relación alquímica en su lenguaje visual, en el que lo primero que nos suscitó interés fueron sus azules índigos y sus trazos blancos, sacados de la memoria de una bandera “guédé”.


Esta artista sacudió la percepción de la modernidad del arte en Haití, pues en Francia, la sociedad de críticos, intelectuales y artistas estaban en esos años 90, totalmente condicionados por una visión heredada por los diversos viajes de André Malraux, quien veía la producción artística de Haití con el condicionamiento de los maestros primitivos de la comunidad del Saint Soleil.


Vale aclarar que, efectivamente, el planteamiento de la modernidad y de la post modernidad no tiene en Haití la trascendencia que expresó en los países de América Latina y del mundo. Para los artistas de dicha nación, la expresión plástica y visual estaba totalmente sellada por un compromiso con la espiritualidad y la ritualidad, bajo el concepto de autenticidad de la creación como lenguaje que conectan con los “loas” o lúas en castellano.


Es a partir de los años sesenta, que el maestro del expresionismo abstracto, haitiano, residente en París, Hervé Télémaque, abrió el camino intelectual de la modernidad y de las trans-vanguardias, después de una corta estadía en New York, donde va a frecuentar el grupo del “pop art”, hasta romper y residir en París desde 1967, compartiendo con todo el movimiento europeo del nuevo realismo, e imponer su independencia.


La intelectualidad francesa tuvo que esperar nuevas búsquedas y manifiestos que se abrieron después del Bicentenario de la Revolución Francesa en el 1989, para empezar a reflexionar y documentarse sobre los nuevos procesos artísticos de la modernidad que se destacaban en los países del Tercer Mundo y especialmente con países del África occidental y de Haití.


Desprenderse del reflejo post-colonial marca un trecho que occidente todavía no ha afinado. A partir de los ochenta una ola de pensadores y críticos iniciaron reflexiones sobre la modernidad y la post modernidad desde perspectivas muy arropadas en el pensamiento occidental que se encontraba ya muy desgastado por los planteamientos de las vanguardias y transvarguardias europeas del entre dos guerras y por los movimientos filosóficos de las post Segunda Guerra Mundial.


Frente a las exigencias del arte con su mística, su misterio y su poder excepcional sobre la condición humana y para su radiación, ni el materialismo histórico ni la dialéctica pudieron impedir ni frenar la capacidad ni la necesidad de crear, imaginar y soñar.


La máscara que en su arquitectura externa permitió a Picasso entrar en el laberinto de la forma y de la figuración desfigurada se cayó para revelar todo el mundo desconocido de los signos ,señales, códigos y mitos de una alteridad humana silenciada por las consecuencias de la colonización.


Africa, Oceanía, Asia, América, irrumpieron de manera intensa e inesperada en el mundo del arte internacional, sin que el mercado y los galeristas todavía menos que la intelectualidad, estuvieran preparados para recibir nuevos enfoques y propuestas con un imaginario anclado en culturas a las que occidente dio la espada por siglos.


Es a partir de los ochenta que el arte contemporáneo toma en cuenta la pluralidad de recursos matéricos, de soportes y médiums.

Los artistas de los países de Africa, del Caribe y del Pacífico llegan al espacio del mundo del arte internacional, con la conciencia y la defensa de una post modernidad propia, reivindicada tanto en la forma como

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