Las tapas de los imbornales van a parar a las llamadas “metaleras”
En el país últimamente se ha desatado una ola de acciones temerarias que pueden ser calificadas de barbarie o terrorismo urbano. Actos de alta peligrosidad, como fue la sustracción del cableado del puente Juan Pablo Duarte, que si no se hubiese detectado a tiempo, quién sabe la catástrofe que se hubiera producido.
Fue tan profundo el daño, que hubo que contratar una empresa extranjera especializada en esos menesteres, labores que le costaron al Estado dominicano alrededor de tres millones de dólares.
¿Qué hubiese ocurrido si dicho puente colapsaba? ¿Cuántos vehículos y personas se hubiesen precipitado al río Ozama? Lo insólito de este acto de piratería es, que todavía las autoridades no han descubierto los autores. ¿Desidia o complicidad? Lo que es eminente es la falta de autoridad e investigación.
El inaudito robo de cables eléctricos del alumbrado de la principal pista de aterrizaje del aeropuerto de Las Américas.
Esto pudo ocasionar una tragedia de graves proporciones. Afortunadamente, esta criminal acción, fue descubierta a tiempo y las aeronaves que debían aterrizar en esa hora de la noche, fueron desviadas hacia otros aeropuertos cercanos, causando enormes gastos a las compañías aéreas e inconvenientes a los pasajeros.
En esta ocasión, las autoridades de la Aviación Civil presentaron unos imberbes que de seguro fueron los ejecutores, pero guiados con indicaciones de expertos, que conocían el valor de los mismos en el mercado de los metaleros locales.
Una acción de elevado peligro lo constituye el robo de las tapas de los imbornales, lo cual han causado graves accidentes de tránsito al evitar que los neumáticos caigan en el hoyo abierto por el pillaje de los mismos. Entonces, el conductor maniobra bruscamente y el vehículo que viene detrás no puede evitar la colisión y choca un tercer vehículo.
En una ocasión, en la avenida Correa y Cidrón donde se encuentra la escuela de los no videntes, un desaprensivo robó una tapa que estaba en la misma acera de la escuela y un invidente que venía caminando con su bastón, no se percató y cayó estrepitosamente en el vano, rompiéndose ambas piernas.
Otro hecho inaudito lo constituyó, el robo del cableado que accionaba los equipos para carga y descarga de los buques, en el puerto de Barahona. Resultados, las naves que estaban en el puerto y las que arribaron, debieron permanecer amarrados en los canales hasta que fueron de nuevo activados los cargadores mecánicos.
Esto conllevó una demora que la tuvo que costear, o la administración del puerto, o los propietarios de las naves, perjudicando las operaciones normales.
El metal utilizado en los imbornales únicamente lo adquieren las denominadas “metaleras”, las cuales son muy fácilmente identificadas.
Si el Ayuntamiento tuviese un equipo revisor y visitasen periódicamente estas compradoras de metales y chatarras, pudieran identificar aquellas que se dedican a esta práctica ilícita y perjudicial, tanto para los ayuntamientos como para los peatones y vehículos que circulan por nuestras calles.
Si a estos malandrines se les impusiera una elevada multa la primera vez y el cierre definitivo si reinciden, de seguro esta práctica altamente perjudicial se acabaría. Ahora bien, recordamos en una ocasión que se importaron unas tapas de una aleación plástica y las mismas fueron respetadas. El Ayuntamiento debería importarlas, creo que vinieron de México.
El Ayuntamiento del Distrito Nacional, debería tener una brigada únicamente para obligar a las compañías (eléctricas, telefónicas, cables) que utilizan el cableado en los postes del tendido eléctrico, que se dediquen a eliminar la maraña que abandonan, la mayoría por no tener ya utilidad alguna y al parecer, les cuesta más recogerlos que dejarlos desahuciados.
Por tanto, es de rigor, que se tomen todas las medidas necesarias para embellecer nuestra bella ciudad primada de América.