Barbas en remojo

Barbas en remojo

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
A papá le tocó vivir el tiempo en que nuestro país era «agreste y  despoblado» como dice el poeta Pedro Mir. Entonces, probablemente, la  confianza en los hombres era tal que «los perros se amarraban con longaniza» ¿Qué significa esa frase? Que la confianza andaba, como la verdolaga, en los  caminos y calles, en los vericuetos y pasos de animales.

Entonces se sabía y se practicaba que «dos elefantes, se balanceaban sobre  la tela de una araña y como veían que los sostenía, fueron a buscar un  camarada. Tres elefantes se balanceaban.» Es de notar que los elefantes se aseguraban de que la tela de la araña los  sostenía y que podía agregarse uno más.

Una de las principales causas de disolución de pueblos y naciones es la  sobrepoblación. El ciclo del deterioro comienza con el uso de tierras de  vocación agrícola para construir casas, un creciente corte de árboles  maderables para fabricar viviendas y muebles.

Se inicia el empleo de tierras de montaña, no agrícolas y la productividad  cae debido a la mala calidad del suelo, a la falta de agua y al corte de árboles para abrir paso a la agricultura.

La deforestación afecta, directamente, la cantidad de agua que retienen los  suelos.

Es un círculo vicioso que tenemos la obligación de observar.

El ejemplo de Haití es el más cercano, palpable y trágico para nosotros.

Cuando el presidente Leonel Fernández envió una misión de paz a Kosovo, bajo  la bandera azul de Naciones Unidas, mi hijo menor, Juan Gabriel, formó parte  del grupo de policías.

(Por cierto, los enviaron con 200 dólares al invierno kosovar, para ropa,  calzado, comida y alojamiento, durante un mes, hasta que la ONU pagara la dieta. Siempre pensaré que alguien se cogió unos cuartos de la dieta. No es extraño. Es otra mala costumbre que no se investiga ni mucho menos se castiga.)

¿Qué pasó en Kosovo? Los albaneses se mudaron a Serbia y ya constituían una mayoría que les permitía intentar gobernar aquella tierra ajena, por la ley de oro de la mayoría.

Los serbios actuaron mal. Iniciaron lo que llamaron una «limpieza étnica» y comenzaron a violar las muchachas, a preñar otras y a asesinar a los hombres en una demostración de barbarie que se produce cuando lo que hay no alcanza para todos. Mientras sobra tierra fértil, hay grandes cosechas, abundante agua y energía, es difícil que haya guerras internas, guerras por el «espacio vital».

Pese a todas las advertencias se ha permitido la despoblación forestal, el uso de tierras agrícolas para construir casitas de un piso en una vorágine que nadie detiene por el crecimiento horizontal (a pesar de lo costoso que resulta), las laderas de las montañas se usan para cultivos cuyo rendimiento es menor.

Y lo peor: como si fuera posible repartir la escasez y las penurias, hay una invasión pacífica permitida por los ricos que los emplean en la construcción, la ganadería, la siembra y cosecha de arroz, café, cacao y otros.

Con el haitiano viene la cultura de la deforestación, de la depredación, del uso inadecuado de la tierra, enfermedades como el paludismo, que ahora le dicen malaria y fue eliminada del país, entre otros males.

Si no se frena la inmigración ilegal de haitianos pudiéramos ser protagonistas de algo tan terrible como lo ocurrido en Kosovo.

El obsesivo y pertinaz presidente George Bush, de Estados Unidos, dice que Kosovo será independiente. Pongamos nuestras barbas en remojo, y muy alertas ante los planes antinacionales.

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