Barcelona  de luto por  muerte de Antoni Tàpies

Barcelona  de luto por  muerte de Antoni Tàpies

El maestro catalán Antoni Tàpies, que falleció muy recientemente, era no solo un artista plástico de obra contundente y única, sino una personalidad de vasta cultura literaria y filosófica, que ha dejado textos críticos notables, aleccionadores y comprometidos. Citaremos dos extractos del homenaje que rindió al ilustre Joan Miró, catalán como él.

Él menciona primero el valor de ejemplo de algunos  de sus actos: “Uno de esos actos es de toda evidencia la creación en Barcelona de la Fundación que lleva su nombre. Nosotros debemos no solamente agradecerle ese formidable legado espiritual, sino también contribuir a su conservación y su desarrollo, de la misma manera que debemos conservar y divulgar todas las obras de Joan Miró.”

Más adelante expresa: “A decir verdad, el mundo de Miró va más allá de su persona física y aun de su pintura. Como él mismo lo había dicho, “un cuadro puede quemarse, una pintura desaparecer, lo que cuenta en un artista es el espíritu que deja su vida para estimular a otras obras.” (…) Es sobre todo una nueva visión del mundo, una manera de comprender la vida, una manera de vivirla más profunda y más justa(…)”

¿Por qué estas citas? Sencillamente, si quitáramos el nombre de Miró y lo sustituimos por el de Tàpies, tendríamos un autorretrato, una autodefinición… y no descartamos una identificación subconsciente. Antoni Tàpies también creó e hizo construir una Fundación en Barcelona, lugar obligado de visita para conocer sus obras y el desarrollo del arte contemporáneo… donde por cierto miles de personas han firmado el libro de condolencias. Luego, su inmensa labor, entre pintura, dibujo, gráfica, escultura, palabras y signos, sobrepasa un arte de ruptura, totalmente independiente y casi siempre radical, sino que se funde con la vida –a la cual él nunca deja de referirse–, vertida dentro de su arte, dentro de sus convicciones e ideales de hombre medularmente catalán.

Cuando Tàpies conoció a Colson. Antoni Tàpies abandonó los estudios de Derecho para dedicarse al arte, aunque ese hijo de la burguesía culta no lo hizo por rebeldía, sino por una vocación apremiante desde la adolescencia. Empezó con copias y retratos… pero muy pronto abordó un estilo que lo definiría hasta el final: composiciones insólitas, integrando tierra, cartón, alambre, trapos y cuantos materiales pobres quiso. A pesar de una diferencia abismal con el estilo del pintor dominicano, parece que las tertulias compartidas por otros jóvenes miembros del recién creado Dau al Set, con Jaime Colson en la taberna La Campana, fortalecieron su impulso.

 En aquella Barcelona todavía aislada de la modernidad, no solamente Tàpies absorbía los relatos colsonianos sobre París y el arte, sino que consiguió su atención: “Al menos cuando me lo presentaron, y al saber que yo quería ser pintor, me recibió con una ambigua frase de aquel (Picabia): “Attention à la peinture!”.

A continuación menciona la influencia de Colson sobre dos artistas del grupo.

Pudimos comprobar personalmente cómo Tàpies recordaba a Colson. La noche de la inauguración de la exposición de Jaime Colson, llevada por el Museo Bellapart al final de los 90, nadie pensaba que Antoni Tàpies, que casi no salía de noche, vendría. Sin embargo, allí estuvo; visitó la exposición y, emocionado y sonriente, evocó la peña animada por el maestro puertoplateño.

Era todo un gran señor, muy afable. Por supuesto, se le invitó a ir a Santo Domingo, pero la intención no llegó a concretarse…

Un destino trazado. Antoni Tàpies no se apartaría de la innovadora e implacable, brutal y fascinante estética que había emprendido en sus cuadros como en el arte público.

No fue abstracción pura ni geometría –pese a su presencia básica–, tampoco el nuevo realismo a lo Restany, sino una imagen naturalmente disuelta y recompuesta con una libertad total, donde se asomaba cromáticamente una predilección por el bermellón, el amarillo y sobre todo los colores oscuros, marrones y negros.

En la soltura pictórica –a veces llamada pintura expandida–, alternaban, se mezclaban, se superponían las cruces, las huellas,  las incisiones, las texturas, la inserción de letras y cifras –volubles y cabalísticas–, los graffiti, mientras la representación del cuerpo humano se volvía una siembra de pies, brazos o manos… Ahora bien, lo más importante era la materia, que fundamentalmente identificaba su obra con la tierra y una cotidianidad palpitante.

El artista, artesano y mago, amalgamaba, amarraba, ensamblaba con las manos, en mezcolanzas increíbles. Daba la impresión de que no conocía límites: el polvo, la paja, la madera, la soga, la cola, los textiles, el metal ¡y cuántos objetos! Encontramos desde sillas, colchón o bastones, hasta andrajosas piezas de vestir –donde predominan las medias–, aparte de otras “cosas”, no clasificables y sencillamente tapiesianas, en el afán de inventar, jugar, desconcertar.

El proceso culminaba en una tridimensionalidad cuyas resultantes plásticas asombraban y conmovían, intensificándose con el tiempo y las dificultades de la vista.

Esa producción ingente, que podemos perfilar aquí solo globalmente, nunca dejó de ser dramática y marcada por los sufrimientos de la Guerra Civil española.

Zoom

Fundación

  Antoni Tàpies creó su fundación en el año 1984 y la abrió al público en 1990.  Fue establecida en  un edificio modernista de Barcelona, si no reconstruido, ampliamente restaurado. En el techo, una singular escultura del propio Tàpies, cual antenas enmarañadas, llama poderosamente la atención. La institución presenta y conserva cientos de obras, de todas las categorías, del artista, y también se dedica al desarrollo del arte contemporáneo.  Es igualmente un  centro de documentación.

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