Basta de los Taylon/S/

Basta de los Taylon/S/

Cada época trae su encanto, al cual muchos se suscriben y con el cual se encantan. También momentos hay que arrastran algún fastidio. Y se cruzan o surgen los impactos. Me contento o me divierto. Algo habrá de imponerse. Esto o aquello. Vaya uno a saber. Pero siempre pasa algo que nos entretiene o nos enfada.

Sucede en la economía, en la política, en las artes, en fin, en muchas manifestaciones.

Fue para fines de los años cincuenta y los sesenta, poco más, poco menos. Estaba de moda la super-diva Elizabeth Taylor. Estuvo presente en multitud de noticias y de comentarios: televisión, en medios impresos (cotidianos y revistas) y en la radio.

Fue relevante en sus actividades fílmicas. Desbordaba con su atractivo de hermosura y la particularidad de sus ojos color de uva. Pero también sus joyas costosísimas, sus peinados, vestimentas y larga cadena de matrimonios.

Para aquellos días, un columnista del diario “El Sur” (Chile), publicó en la página 3, columna 4, del 9 de abril del 1962, un comentario, bajo el siguiente título:

“BASTA DE LA TAYLOR!

“Un diario italiano ha hablado como un libro abierto”. “Estamos cansados de la señora Taylor – dijo– y estimamos conveniente que ya no se hable más de sus maridos, de los amantes de sus amigas y de las amigas de sus amantes”.

“Aunque los periodistas no queramos, para ciertas agencias informativas es más importante el acompañante de moda de una actriz de cine que las últimas investigaciones científicas. Es signo de los tiempos. Si no, nadie se explicaría que los lectores de periódicos pidan más chismes cinematográficos y menos artículos de fondo.

“A pesar de que hay excepciones – y nosotros queremos serlo a la medida de lo posible– la superficialidad nos sigue inundando por todos lados.

“Pero para dar el ejemplo, por hoy basta de la Taylor!”

Esta exposición deja constancia del valor de las ideas que deben ser manejadas en los medios de comunicación y en el comportamiento que debe manifestar toda persona que disfruta de una proyección en cualquier área de la sociedad. Que vale bien poco la altanería y la auto–sobrevaloración que pretendamos imponer para hacernos de las cosas. Y pretender que somos únicos y excepcionales para atribuirnos jerarquías.

Que las atribuciones comienzan y terminan; que las luminosidades se encienden y se apagan y en ellas intervienen algunas cosas que se vuelven espejismos. Nadie sabe cómo van a concluir. ¿Quién puede afirmar lo que puede convenirle al final de los tiempos; ni siquiera podremos predecir si alcanzaremos el final… anhelado, mucho menos el éxito.

El enfrentamiento Mejía/Vargas debe poner razonamiento. No se pactó la creación de un partido político en La Habana en el 1939 para enojos y rencillas; para disensos brutales y entorpecimientos de la tranquilidad de un país, sino para su desarrollo con estabilidad económica, social y democrática.

Se creó para establecer la paz y no la espada. Hagamos la paráfrasis del (caso de Lucas 12: 49-53 y de 14: 26 – 27), libro 10 versículo 24, San Mateo, y proclamemos las excelencias de relaciones entre hermanos, no para batir tambores de guerra.

Es tiempo y espacio para la paciencia y la comprensión. Atrás la disputa estéril por una u otra jefatura. Ni una por hoy ni la otra para mañana. ¡Basta ya de los Taylor/s/ dominicanos!, que en nada avanzará el país con tanto engreimiento, disputa y disensiones. ¡Por favor: Basta ya de los Taylor(s) de este tiempo, de todo tiempo! “Padre angustia. ¡Déjennos vivir tranquilos”!

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