¡Basta ya!

¡Basta ya!

Son 50 años de intentos que en cada ocasión se frustran, tronadas democráticas que siempre mueren en el anhelo. Que hay más libertad de expresión, sí. Que es una conquista vital, sin duda.

Pero muchas malas mañas se han mantenido y expandido en esta tierra de despojos económico y político. Un Estado expoliador, un empresariado super explotador, una población sedienta de justicia y progreso pero acostumbrada a la dádiva y la conformidad.

El experimento con Juan Bosch en 1962-63 naufragó, y ahí vino otra era de terror orquestada por el otrora titiritero, como si 31 años de Trujillo no hubiesen sido suficientes para que el pueblo dominicano se sacudiera de la opresión.

Fracasó el PRD de la transición, y en 1986 volvió el mismísimo titiritero. Diez años más para que sus seguidores siguieran desfalcando el Estado y robando elecciones. Las protestas crecieron en aquellos años de crisis económica, pero el fin de Balaguer llegó mucho después, en 1996, por una gran presión nacional e internacional.

Languideció pero no murió de una vez. Maquinó, pactó, escogió, y el país se enfiló nuevamente por la embobada opción de una supuesta modernidad. El 1996-2000 fue un caramelo de entretenimiento; un ensayo de novatos que vendrían a dominar luego con viejas mañas.

En el ínterin llegó el ciclón de Hipólito Mejía. Otro fracaso del PRD y de la nación dominicana. Desparpajo verbal, ineficacia institucional, y una gran crisis financiera con bancos desfalcados y quebrados. Un intento absurdo de reeleción cerró ese desafortunado episodio.

El 2004-2012 es una obra de realismo mágico dominicano. Crecimiento económico y relativa estabilidad macroeconómica, combinada con un acelerado proceso de endeudamiento público subsidiado con un constante aumento de impuestos.

E’palante pa’ca y e’palante pa’llá. Túneles por aquí y Metro por allá. Las medallitas de oro abundaban y el pueblo embobado las miraba. Enriquecimiento al vapor para algunos afortunados.

El más reciente fuetazo impositivo rebozó la paciencia de los jóvenes. Con menos ataduras clientelares, ellos han llevado la voz cantante en esta catarsis nacional de indignación. Porque resulta que los únicos blindados del pago por el derroche de 2012 son los funcionarios del gobierno y sus allegados. Ellos reciben beneficios a cambio de mostrar poder soberano.

Ensimismados en su espejismo de progreso y bondad, los beneficiarios ven conspiración donde hay legítima denuncia, trama donde hay quejas válidas. Para ellos, en el país casi todo anda bien. Quien se queja es malsano, tiene un plan macabro, busca hacer daño, es manipulado, o no tiene validez para hablar.

En esta catarsis dominicana de las últimas semanas hay velas, pancartas, tweets, juicios populares, concentraciones y denuncias. Hay juventud, sangre nueva, ilusión, utopía.

Salen a enfrentarlos los mismos soldados del pasado, comandantes del viejo titiritero, los que no imaginan una mejor democracia para República Dominicana porque todo esfuerzo de enrumbar el país por mejores senderos los dejaría aniquilados por la historia.

A la teoría de la conspiración que expresan en cada declaración o en cada artículo periodístico, agregan ahora rezos pueblerinos que en un cántico democrático no podrán llegar a los oídos de la divinidad porque es tiempo de que en República Dominicana triunfe la justicia y la decencia.

Basta ya de arrogancia e indiferencia gubernamental. Basta ya de que tantos dominicanos y dominicanas no tengan acceso a los bienes más indispensable de la vida. Basta ya de que muchos funcionarios se erijan en sujetos de poder vitalicio con excesivo acceso a los bienes públicos. Basta ya de tanta delincuencia de Estado y callejera que corroe el alma más noble del pueblo dominicano.

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