No está del todo claro cómo y cuándo Luis Abinader, el presidente de República Dominicana que este domingo ha logrado una contundente reelección, recibió el apodo de “tayota”. Pero sí se sabe por qué.
Tayota es el nombre que los dominicanos dan a un fruto insípido que suelen verter en ensaladas, y los críticos de Abinader asociaron esa falta de sabor con la sosería que creían ver en él.
Sin embargo, este hombre de negocios devenido en político acumula 58% de los votos con un tercio del escrutinio completado, según los resultados preliminares anunciados oficialmente que le anticipan un nuevo mandato de cuatro años sin tener que disputar una segunda vuelta.
“El mensaje de las urnas es claro: los cambios que hemos hecho van a ser irreversibles, no hay vuelta atrás”, dijo Abinader en la noche del domingo después que su reelección fuera reconocida por sus competidores.
Se trata de un triunfo que parece desafiar las reglas de gravedad política en América Latina, donde el “voto castigo” es la tendencia desde hace años.
Es también “la revelación de un nuevo Abinader, que pasó de un empresario sin una experiencia política relevante y con una imagen un tanto destemplada a un político sagaz, apetente, ambicioso, combativo y además provocador”, sostiene José Luis Taveras, un abogado y analista político dominicano.
“Creo que sería ya una tayota con aderezo y condimento”, dice Taveras a BBC Mundo.
“A propósito”
Abinader tiene 56 años, es licenciado en Economía y posee estudios de posgrado en Finanzas Corporativas e Ingeniería Financiera (Harvard) y gerencia avanzada (Darmouth College) en Estados Unidos.
Nunca había ejercido cargos públicos hasta que alcanzó la presidencia en 2020, pero la política siempre ha sido parte de su entorno.
Su padre, José Rafael Abinader, descendiente de libaneses, fue un político del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que resistió la dictadura de Rafael Trujillo entre 1930 y 1961. Luego ejerció como ministro de Finanzas, senador y probó sin éxito su propia candidatura presidencial en distintas ocasiones.
El actual mandatario dominicano militó en el mismo PRD, de tendencia socialdemócrata, pero en 2014 se escindió con varios dirigentes más para formar el Partido Revolucionario Moderno (PRM), ubicado en la centroderecha y al que pertenece hasta hoy.
Sufrió varios reveses electorales antes de alcanzar la cima del poder: fracasó en sus intentos de ser senador en 2005, vicepresidente en 2012 y presidente en 2016.
Durante ese recorrido tuvo como aliado y competidor interno a la vez al expresidente Hipólito Mejía (2000-2004), a quienes algunos atribuyen haberle colgado el mote de “tayota”.
Raquel Arbaje, esposa de Abinader y madre de sus tres hijas mayores de edad, es una empresaria que participó en la fundación del PRM y ha reconocido que le molestaba que apodaran de esa forma a su marido.
Pero con el tiempo parecen haber comenzado a reírse del sobrenombre y hasta intentar usarlo a su favor.
Durante un reciente debate de candidatos presidenciales, el propio Abinader dijo con doble filo que todos los rubros de la producción agrícola aumentaron en su mandato, “excepto la tayota, y eso es a propósito”.
Antes de su primer triunfo electoral, Abinader recibió asesoramiento de imagen y pasó a usar con más frecuencia camisas blancas sin corbata y chacabanas, como llaman en el país a las guayaberas.
También izó la bandera de la lucha contra la corrupción para poner fin a 16 años de gobiernos del centroizquierdista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) del expresidente Danilo Medina (2012-2020), salpicado por el megaescándalo regional de la constructora brasileña Odebrecht.
Desde la presidencia, Abinader mantuvo el discurso anticorrupción, designó como fiscal general a una exmagistrada de la Corte Suprema y el Ministerio Público persiguió casos que involucraban a la administración anterior.
En 2021, la investigación periodística “Papeles de Pandora” conectó a Abinader con dos sociedades familiares en Panamá creadas antes de su llegada al poder: una vinculada a la Universidad O&M y otra a una propiedad en La Romana.
Además se informó que, tras ser electo, el presidente había declarado un patrimonio neto de unos US$70 millones, lo que lo hacía uno de los mandatarios más ricos de la región.
Pero nada de eso parece haber afectado la popularidad de Abinader.
Su gobierno destacó esa declaración como un acto de transparencia, aseguró que el presidente cumplía con sus obligaciones fiscales y, según Taveras, la clase media que forma su base electoral asumió que el uso de sociedades offshore para negocios familiares es una vieja tradición de las familias ricas dominicanas.
“Ha aprendido”
Hay otras claves para entender cómo Abinader evitó la impopularidad que ha hundido a presidentes y partidos de gobierno de América Latina en años recientes.
Hasta estos comicios dominicanos, la oposición había triunfado en 18 de las últimas 21 elecciones presidenciales completadas en la región desde 2019.
También se ha vuelto poco frecuente en la última década la reelección de presidentes latinoamericanos, sobre todo, sin cuestionamientos democráticos o de respeto a las reglas de juego.
El último presidente de la región que había logrado ser reelegido era el salvadoreño Nayib Bukele en febrero, pero bajo gran controversia porque la Constitución de su país prohíbe ejercer dos mandatos consecutivos.
En las elecciones dominicanas, los dos principales candidatos opositores, el expresidente Leonel Fernández (1996-2000; 2004-2012) y el exalcalde Abel Martínez, llamaron a Abinader para reconocer su triunfo en la noche del domingo.
El mandatario debe buena parte de su victoria a una economía que crece encima del promedio regional, con una expansión de 5,4% del PIB proyectada para este año por el FMI, impulsada por el turismo, las remesas y unas zonas francas que generan empleo e inversiones.
Parte de la recuperación económica luego de la pandemia es atribuida a la decisión de Abinader de mantener abierto el país a turistas, sin las pruebas negativas de covid o certificados de vacunación que exigían otros destinos.
Por otro lado, la oposición está dividida y “los votantes fluyen hacia el partido que gobierna y dirige el gran Estado clientelar dominicano”, dice la socióloga y analista política Rosario Espinal a BBC Mundo.
Se estima que decenas de miles de empleos públicos fueron creados en el país en los últimos cuatro años.
Espinal también cree que Abinader sacó rédito electoral con su postura frente a la crisis del vecino Haití, al impulsar la construcción de una valla fronteriza, rechazar la llegada de refugiados y aumentar las deportaciones de haitianos.
Para su segundo mandato, el presidente dominicano enfrenta retos como la inflación y la inseguridad pública, una de las mayores preocupaciones de los dominicanos, y plantea reformar la Constitución para fortalecer instituciones como el Ministerio Público.
Ha dicho que buscará un nuevo pacto con otros partidos, aunque es probable que cuente con mayorías legislativas tras unas elecciones que, este mismo domingo, prometió que serán las últimas a las que se presentará para respetar los límites constitucionales.
“Si bien es cierto que el carisma de alguien tiene componentes naturales, también se puede aprender. Y yo creo que Abinader ha aprendido mucho en términos de estilo político”, reflexiona Espinal.
“Ya no se le ve como esa tayota que le llamaron”.