Nacimos santos. El pecado, las debilidades de la carne, determinan el alejamiento del Creador. Algunos luchan contra el mal y procuran realizar el potencial de su Espíritu. Saben que, convocados a un encuentro escatológico, no hemos de acudir como el administrador que enterró los talentos. Por el contrario, con taimado propósito, debemos volver con el doble. Nos diste cinco hemos de decirle- y retornamos a Ti con diez talentos. Él, que dotó a la Naturaleza de leyes y procesos para su prolongación, sabe de nuestras argucias. Comprenderá nuestro empeño por probarle que luchamos por ser diferentes.
Caemos en el camino. Tropezamos con obstáculos visibles y advertidos. Por eso la necesidad de las emulaciones. La Iglesia nos propone vidas ejemplares para que nos demos cuenta que todos estamos llamados a acercarnos a Dios. A esas vidas de excepción la Iglesia las llama santos y beatos. Santos hay no exaltados por la Iglesia. Conocí un sacerdote claretiano, ya fallecido, que en mi familia juzgamos como santo. En su vida terrena fue conocido como José María Vila.
Tan humilde fueron sus vivencias y tan despistada su presencia entre los vivos, que nadie lo propondrá para el altar. El padre Vila, sin embargo del olvido de las generaciones que lo han sucedido, está al lado del Señor Jesús. No puedo decirles si a su derecha o a su izquierda, pero a sabiendas de sus conductas terrenas, lo pienso entre los que acompañan al Hijo de Dios. Con amplia gabela ante él se encuentra Emiliano Tardiff. También Tardiff, sacerdote de la orden del Sagrado Corazón o scarboros, se curó la tuberculosis con oraciones. Pero de él se sabe y muy pocos sabemos esto del padre Vila.
A ustedes les he dicho que Karol Wojtyla fue un enviado de Dios. Llegó a la Tierra a cumplir una misión. Prenunciada su tarea por un novelista, su desempeño terrenal está descrito en Las sandalias del pescador. Por supuesto, el escrito no tiene su nombre ni la novela describe el desmoronamieto del imperio soviético. Está descrito su papel con el velo de misterio propio de muchas profecías. Morris West, el autor de la novela, no fue llamado a presagiar la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino a prologar esa desaparición.
Rezo a Dios por su alma todos los días. Como por las almas de muchos otros que, parientes y amigos o puros desconocidos, marchan en pos de su Creador. O están, con todo y zapatos, junto a Él. Entre ésos que están con calzado incluyo a Juan Pablo Duarte, místico creyente. Se crió entre nosotros para que la isla se volviera asiento de dos pueblos y tierra divisible por una frontera y dos pensamientos.
Por eso entiendo que, aunque precipitada la beatificación de Juan Pablo II, destaca que fue misionero de quien todo lo puede. Fue humano y por ende, pecador. Pero comprendió aquello que una voz le indicaba como a Elías e hizo todo para cumplir ése específico mandato de esa voz.