¿Beber agua del pozo?

¿Beber agua del pozo?

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
En la década de los 70 en Puerto Rico la criminalidad era tan alta que se multiplicaban los sistemas privados de seguridad, las críticas a las autoridades y la delincuencia continuaban en ascenso. Las rejas de hierro daban la bienvenida a los visitantes a las casas puertorriqueñas. Aquí no las necesitábamos.

Eran los tiempos en que el grupo músico-vocal venezolano “Los Guaraguaos” escribió y ejecutó aquel aire cuyas letras cantaban: “estamos prisioneros, carcelero/ yo, de estos torpes barrotes/tú, del miedo” Se trataba de un preso político.

A Napoleón Bonaparte le amenazaron con el poder del Papa de Roma y el gran guerrero y mejor estratega preguntó: ¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”

Hay, pues, un poder que no emana del fusil. La felicidad de un pueblo no está, nada más, directamente relacionada con el origen del poder político, militar, comercial, cultural, sino con la manera en que se ejerce.

Hubo un tiempo, que conocí y viví, en el cual el ejercicio de las virtudes era el ejemplo a imitar.

Entonces se respetaba al hombre honrado más que al rico asesino y ladrón; se reverenciaba al maestro por su conducta y virtudes; se creía en la palabra del cura del pueblo, siempre que no fuera un mujeriego que ocultara sus hijos bajo el eufemismo de llamarlos sobrinos; se acataba la autoridad cuando la autoridad actuaba dentro de la ley; se honraba al padre y a la madre; se respetaban los familiares y los padrinos.

La asistencia a la escuela era obligatoria y a los niños se les enseñaban conocimientos básicos tan importantes como las cuatro reglas: sumar, restar, dividir y multiplicar.

Nos enseñaban la gramática, geografía, introducción a la música, moral y cívica, manualidades (serruchar, desdoblar clavos, clavar, pintar, esculpir en madera y en yeso, ebanistería).

Pero sobre todo, nos enseñaban solidaridad, honradez, cumplimiento de la palabra empeñada, disciplina, estudio y que los sueños se logran trabajando.

Lógico que tenía que ser una sociedad diferente donde el progreso se encaminaba por el sendero del estudio, del trabajo y de la imitación de lo bueno y de los buenos.

La descomposición camina poco a poco en una sociedad cuando la politiquería hace millonarios, de la noche a la mañana, a políticos y militares, policías y comerciantes ladrones, asesinos, prevaricadores, sin que haya sanción moral, política o legal.

Con ese ejemplo ¿cómo pretendemos que el tigueraje, hermanado con políticos prevaricadores, comerciantes contrabandistas y evasores de impuesto, uniformados corruptos y jueces venales actúen correctamente?

El poeta Khalil Gibran Khalil en su obra “El loco” cuenta que el rey era justo y bondadoso, recto y bueno. Una bruja echó una pócima al pozo que volvió locos a quienes la tomaron, entre los cuales no estaban el rey y su corte.

“El rey está loco. Nuestro rey y el gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo” cuchicheaban.

“Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán para que también bebiera.

Y hubo un gran regocijo en la ciudad porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón”.

Nuestra solución no es beber agua del pozo.

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