“Bella y Marítima”, hermosa creación del insigne poeta Miguel Hernández

“Bella y Marítima”, hermosa creación del insigne poeta Miguel Hernández

Miguel Hernández, una de las cumbres de la literatura española del siglo XX, fallecido a destiempo de tuberculosis a los 31 años en el 1942, en un sanatorio de la prisión de Alicante durante la dictadura franquista, tras padecer graves maltratos por su militancia revolucionaria, es uno de los escritores que con éxito incursiona en el tema deportivo, a través de su hermoso poema Bella y Marítima.
La corta e intensa vida del bardo y dramaturgo, constituye un pasaje de características muy singulares, digna de admiración y respeto. Nació el 30 de octubre de 1910 en el pequeño pueblo de Orihuela, siendo hijo de un contratante de ganado. Pasó su adolescencia en un ámbito silvestre, ordeñando cabras y como repartidor de leche.
A los quince años abandona la escuela para volver a conducir cabras, pero comienza a hacer de la lectura un hábito, inclinándose por autores como Rubén Darío, Gabriel Miró y Paul Verlaine. Su estrecha amistad con Ramón Sijé, un estudiante de derecho en la universidad de Murcia, sería determinante en su formación, pues lo orientaría en la lectura de los clásicos y la poesía religiosa.
Una de sus mayores influencias provino del canónigo jesuita Luis Armarcha, quien descubre su febril esfuerzo, asistiendo a la biblioteca del Círculo de Bellas Artes, donde se inicia en la lectura de los grandes autores del Siglo de Oro como Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Garcilaso y Góngora, conjuntamente con autores modernos. Los libros fueron su principal fuente de educación, convirtiéndose en un autodidacta.
En procura de mayor proyección, se traslada a Madrid en el 1931, donde da a conocer un grupo de poemas iniciales en revistas, lo que contribuyó a que incursionara en el ambiente literario; pone en circulación su primer libro Perito en Lunas (1933), donde según la crítica, hace un extraordinario ejercicio de lucha tenaz con la palabra y la sintaxis.
Su real consagración como escritor se produce a partir de su segunda llegada a Madrid en 1934, donde logra integrarse a un círculo de talentosos jóvenes escritores que van a jugar un papel determinante, tanto en su accionar en la ideología revolucionaria, como en el vanguardismo literario de la época. Tales eran: Pablo Neruda, Alberti, Cernuda, Vicente Aleixandre, Delia del Carril y María Zambrano.
De esta etapa son sus creaciones más celebradas. En la poesía: El rayo que no cesa, Viento del pueblo, Cancionero y Romancero de ausencias y El hombre acecha, y en el teatro: Quien te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, Los Hijos de la piedra, El Labrador que más atrae y El torero más valiente.
Su gran amigo y poeta universal Pablo Neruda, lo definió tras su muerte como: “Arcángel, de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz”.
BELLA Y MARÍTIMA
La condena el termómetro, si nuncio
de la temperatura,
si ascensor numerado de mercurio,
a tres meses de espuma.
Ya huyendo del tacón asfaltos pasta;
ya el veredicto acepta
que una continuidad le impone blanca
de floridas cadenas.
Ya al sol oponen senos y vaivenes:
vías lácteas a la vista,
agua y bella en el agua, o armas verdes
y fontanas encinta.
Ya ofrecen luz y bella nadadora,
sin temor de desgracia,
graciosidad al agua transitoria,
beldad, peso a la playa.
La deja el rubio y el azul la toma,
pez hembra entre los peces:
submarina de cuando en cuando toda,
resulta hermosa siempre.

Prospera el rico mar con esta india
de carne a la ligera,
y en su ambición raptora hacia sí tira,
si hacia la orilla ella.

Alza de pronto el medio cuerpo, la ola,
visible, a cuerpo entero,
y la ansiedad menos espectadora
se hace mayor deseo.

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