Bellaquerías irritantes

Bellaquerías irritantes

La verdad es que nuestro pueblo tiene una tolerancia de aguante única en lo que respecta al barullo que denominamos de manera abyecta: actividad política.   Creemos que  más bien podría calificarse de mercado de compra y venta de conciencias con la única finalidad de que el nombre del candidato sea incluido en una boleta para participar en un proceso electoral en donde, por supuesto, no tendremos la opción de elegir los mejores, sino los menos malos. En el curso del mismo se ve  de todo, desde dádivas para combustible y para el ingrediente que no puede faltar, el alcohol.  Ahora se agrega un  plato de comida (económico) y si es un candidato a la reelección que maneja el barrilito, unos “chelitos” para pasear.

Los fines de semana, cuando la actividad política toma cuerpo, los organizadores de las manifestaciones, concentraciones o mítines se dan a la tarea de importunar a todos los vehículos que obligatoriamente deben pasar por un trayecto dado, incorporándolos en contra de su voluntad a la masa que debe escuchar el o los discursos del candidato o candidatos. Las autoridades -si las hubiere- debieran impedir este tipo de acciones que entorpecen el libre tránsito de aquellos que están trabajando y no tienen vínculos con los manifestantes, para que puedan movilizarse sin tener que soportar insultos, introducción de banderas y hasta agresiones físicas al vehículo, tal y como nos ocurrió al pasar por el parque de Navarrete, villa que protesta sistemáticamente por todo y que le quedan muy pocos árboles en la vereda, ya que los utilizan para impedir el paso vehicular, especialmente de la policía.

¿Creen estos promotores que impidiendo el tránsito favorecen a sus candidatos? De seguro que no.  Cuando un ciudadano que trabaja un sábado por necesidad, le corta el paso un grupo de “fanáticos” vociferantes y desafiantes  y que además lo suman a la masa de la manifestación, ese individuo ante su impotencia, lo menos que hace es “borrar con sica de gato” como se dice en el Cibao,  a esos aspirantes y vota en contra del o los partidos que lo sustentan.

El modo burdo como se maneja la política partidista en nuestro país es verdaderamente decepcionante. Parece mentira que individuos estudiados y a veces profesionales, se dejen llevar por una partida de incapaces, faltos de imaginación que se vanaglorian de acciones en las cuales; como expresamos, incorporan a la marcha muchos automovilistas y viandantes que nada tienen que ver con esa actividad proselitista, pero para las cámaras de televisión -según piensan- tiene un impacto contundente.  De esa manera engañan vilmente a un papanatas que aparte de perder en los comicios, su estado financiero quedará en ruinas.  Pero se consuelan diciendo, me di a conocer, vociferan mi nombre, soy popular y a mi juicio, si pierdo, el que gana me llamará para compensarme por el esfuerzo que realicé durante toda la campaña.  Mentecato, iluso, pazguato, bobalicón, cándido, soñador, ingenuo y además bruto, ya que no obstante perder su tiempo y su dinero, en las venideras elecciones olvidó la lección y estará en primera fila otra vez en las caravanas y manifestaciones de su partido. Somos de opinión,  que en política, el dominicano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra y no lo repite más, porque los que vinieron detrás la sacaron.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas