POR LAURA CAMINERO
En estos días tuve la oportunidad de presenciar una escena muy desagradable, delincuencial y a la vez muy penosa. Fungíamos como maestra de ceremonias en la sede del Aula Magna de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se llevaba a cabo una conferencia magistral con un prestigioso juez de la Corte Suprema de Argentina.

En este sentido, al final del acto se anunció la entrega “gratuita” de un ejemplar del libro que el mismo magistrado puso en circulación días antes. La modalidad organizativa que implementó el Comisionado de Apoyo a la Reforma y Modernización de la Justicia, organizadores del evento, fue la entrega de un ticket válido para recibir el libro cuando los asistentes se registraban en el lobby del Aula Magna.

El éxito de la actividad fue indiscutible, superó las expectativas de los organizadores, de las autoridades de la universidad y de los asistentes. Aquello no se había dado en la historia de la Primada de América, ni siquiera en ceremonias de graduación. Sin temor a equivocarnos, la actividad contó con unas 4,000 personas aproximadamente.

Aquí viene el hecho lamentable, al momento de entregar los libros al término de la actividad. Todo comenzó con gran orden y disciplina en los asistentes. Luego de unos minutos comenzó la catástrofe, desaprensivos irrumpieron bruscamente en una de las filas de entrega exigiendo de manera abusiva y arbitraria que “había que entregarles libros aunque ellos no tenían los ticket correspondientes para retirarlos” y al recibir la negativa a su petición, se abalanzaron hacia la mesa de entrega, trayendo como resultado algunos accidentes y llevándose los libros por cajas.

Sorpresivamente nadie pudo controlarlos, ni la seguridad de la universidad ni mucho menos la seguridad del evento. Estos individuos, entre ellos distinguidos profesionales, eran invencibles, nadie podía frenarlos, yo diría que estaban en sus aguas y nadie pudo detener ese gran atropello.