Ben Kingsley: Las pasiones humanas son las mismas desde hace 4.000 años

Ben Kingsley: Las pasiones humanas son las mismas desde hace 4.000 años

Madrid. El actor Ben Kingsley es experto en hacer intemporales a los grandes personajes históricos. Ha sido Gandhi, Moisés, Lenin o Pericles y ahora se transforma en el visir Ay, el poder en la sombra del faraón Tutankamón, en la miniserie que se estrena en España estas Navidades.

“Desde el Antiguo Egipto todo ha cambiado y nada ha cambiado. Seguimos los mismos patrones de comportamiento. Los celos, el poder, la traición o la lealtad están en nuestro ADN. Las pasiones humanas son las mismas desde hace 4.000 años”, dice el ganador de un Óscar y caballero de la Orden del Imperio Británico en entrevista con Efe.   Kingsley, que ha trabajado con grandes directores como Steven Spielberg, Martin Scorsese o Roman Polanski y es uno de los actores más reputados de la actualidad, se define a sí mismo como un “contador de historias».

“Me siento obligado a contar historias, no sé el porqué, pero es así. Y creo que cualquier actor tiene que sentir esa pasión absoluta y convicción de que no podría hacer otra cosa- tiene que ser algo imperioso”, opina.   “Leo muchos guiones a la semana. A la hora de elegir no me importan tanto el personaje como el guión, el director, los actores con los que voy a trabajar y si el mensaje que transmite la película es inspirador».

Intrigas cortesanas, batallas épicas, relaciones incestuosas y grandes dosis de exotismo son los principales ingredientes de “Tutankamón”, una ficción que trae al espectador contemporáneo la vida del faraón más joven del Antiguo Egipto.   Subió al trono con sólo 9 años, pero el control de su reino estaba en manos de su círculo más cercano, encabezado por el visir Ay, junto con el general Horemheb y el sumo sacerdote Amón.

Las tensiones políticas se desatan cuando Tutankamón alcanza la adolescencia -papel interpretado por Avan Jogia- y descubre que sus habitantes viven en la pobreza más absoluta, lo que le impulsa a encontrar la manera de hacer suyo el poder de facto.

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