Benazir Bhutto: su asesinato y
el sombrío escenario pakistaní

Benazir Bhutto: su asesinato y<BR>el sombrío escenario pakistaní

IVÁN ERNESTO GATÓN
El magnicidio de la siempre altiva Benazir, fue anunciado el 18 de octubre pasado, fecha en la que un atentado dirigido a la ex primera ministro pakistaní, primera mujer que dirige a un país de mayoría musulmana aunque por herencia familiar, dejó 132 de sus seguidores muertos, y más de 500 heridos.

La egresada en ciencias políticas de Harvard, y con un doctorado en esta misma área del conocimiento de la universidad de Oxford, Benazir Bhutto llevó la política como divisa de vida, ni siquiera los cinco años que sufrió de prisión, en régimen de aislamiento  desde 1979 a 1984, un matrimonio concertado, sus tres hijos, y el complejo, y siempre peligroso escenario político de su patria le alejaron de su escenario natural: la política.

Las desgracias fueron una constante para Benazir; su padre, el ex Presidente Zulfikar Ali Bhutto, de ascendencia irano-kurda, fue derrocado en el año 1977 por los militares seguidores del general Zia Al Haq, y posteriormente ahorcado en el 1979.

El ex presidente Bhutto, fundador del Partido Popular de Pakistán, yendo a contracorriente de las costumbres orientales señaló a Benazir como su heredera política. Sus hermanos Murtaza y Shahnawaz, con quienes tuvo serias diferencias, murieron de forma trágica; Murtaza asesinado por la policía pakistaní en 1996, durante el gobierno de su hermana, y Shahnawa, que había decidido alejarse de la política, fue hallado envenenado en 1986 en su apartamento de la Riviera francesa.

Durante la guerra fría, Pakistán fue un gran aliado de los Estados Unidos, y a través de su servicio de Inteligencia (ISI) se canalizó la ayuda a los Muyaidines liderados por Osama Bin Laden para llevar a cabo una yihad que permitiera expulsar del territorio afgano a los ateos rusos. Por medio a Pakistán se financiaron y pertrecharon a los talibanes, que lograron dominar casi todo el territorio de Afganistán, lo cual era necesario para los intereses estadounidenses, ante la estrategia que se había diseñado para tomar parte de las ricas reservas petroleras de las antiguas Repúblicas Soviéticas de Asia Central.

La eliminación de Bhutto del escenario político pakistaní hace añicos las aspiraciones del gobierno de George Bush, quien presionó a su protegido Musharraf para que pactara con la extinta líder un reparto de poder para detener los avances de los sectores más radicales. Su asesinato, así haya sido perpetrado por Al Qaeda, el gobierno de Pervez Musharraf o por los talibán, es el resultado de una errática política imperial, que ha caracterizado a las potencias mundiales, después de la Segunda Guerra Mundial, y que nunca han dudado en permitir y crear rivalidades a lo interno, y externo, de los países surgidos del período de descolonización, siempre que estas luchas le provean beneficios económicos.

Esta nueva desgracia no debe verse de forma aislada, hay que observarla bajo el prisma del sistema que la han hecho posible, y que ineludiblemente, por su carácter egoísta y depredador, sus resultados son siempre violentos e impredecibles.

La codicia y las violencias opuestas que provocaron el asesinato de Benazir Butto, se suman al inquietante escenario geopolítico global, ensombrecen el panorama de la paz en el orbe, y amplían el nivel de influencia a los fundamentalistas islámicos, en un país con armamento atómico, y con la mayoría de su población – es un país de 145 millones de habitantes – viviendo bajo la opresión militar, la marginalidad y la pobreza.

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