Quienes llevamos años quejándonos del deplorable estado de abandono en que se encuentra el cementerio Cristo Redentor, arrabalizado y degradado hasta niveles vergonzosos por obra y gracia de la indolencia del ayuntamiento del Distrito Nacional, debemos recibir la noticia con beneplácito, siempre y cuando, desde luego, no se trate de un “bulto” propio de los electoreros tiempos que corren. El alcalde Roberto Salcedo, acompañado del jefe del cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, el general Oscar García, y otros funcionarios que el pasado domingo visitaron el Cristo Redentor, anunció personalmente la “intervención” que el cabildo capitaleño hará, junto a la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras el Estado (OISOE), al camposanto, y que ya se inició el pasado fin de semana con la recogida de la basura y los escombros en su interior. El alcalde informó que como parte de esos trabajos se instalarán cámaras de vigilancia para garantizar la seguridad de sus visitantes y evitar la profanación de las tumbas, se asfaltarán sus calles interiores, que también serán arborizadas, y se repararán las luminarias, pues actualmente aquello es una auténtica “boca de lobo” que los delincuentes utilizan como guarida. Lo que no dijo el alcalde Salcedo, quien siempre alegó falta de recursos económicos para darle el adecuado mantenimiento al Cristo Redentor, es cuándo concluirán los trabajos de “intervención” ni cuánto le costará en dinero contante y sonante a los contribuyentes, pero estando de por medio la OISOE hay que suponer que ese no será el problema. Y si la principal motivación para que el ayuntamiento se decida, ¡por fin!, a rescatar ese cementerio es que estamos en campaña y hay votos que conquistar, como se ha insinuado, pues bendita sea, pues al fin y al cabo no es justo que las campañas electorales solo sirvan para que nuestros políticos se den gusto prometiendo lo que nunca han tenido la intención de cumplir.