CIUDAD DEL VATICANO. Tras su renuncia en febrero de 2013, Benedicto XVI aseguró que viviría “apartado del mundo” y en muy pocas ocasiones ha roto su silencio, pero en los últimos días se han conocido dos libros-entrevista en los que por primera vez el papa emérito confiesa ampliamente los detalles de su decisión. Uno de ellos es, en versión italiana, “Ultime conversazioni” (”Últimas conversaciones”), a la venta desde hoy en todo el mundo y escrito por el periodista alemán y biógrafo del papa emérito, Peter Sewald, quien ya ha publicado otras tres conversaciones con Joseph Ratzinger, dos cuando era cardenal y otra cuando era papa.
En esta ocasión, el papa emérito reflexiona sobre sus ocho años de pontificado, sobre cómo va aceptando la muerte, sobre sus pensamientos sobre el papa Francisco, o el contexto en el que presentó su renuncia como sucesor de Pedro, según algunos extractos publicados ayer por el diario italiano “Corriere della Sera”. “El texto de la renuncia lo escribí yo. No puedo decir con precisión cuándo, pero como máximo dos semanas antes. Lo escribí en latín porque una cosa tan importante se hace en latín”, reconoce.
En 2013, Benedicto XVI sorprendió al mundo y a la Iglesia Católica al anunciar su renuncia al papado, algo que no ocurría desde Celestino V en 1294. Su decisión fue una acción serena y meditada, libre de presiones y fruto de un “estado de ánimo pacífico” que le permitió “pasar tranquilamente el timón” a su sucesor. “No se trató de una retirada bajo presión de los acontecimientos o de una huida por la incapacidad de hacerlos frente”, confiesa. Tampoco consecuencia de una desilusión o a algún tipo de coacción: “No lo habría permitido”, ni “hubiera renunciado” al pontificado si hubiera estado “bajo presión”, insiste.
En otro de los capítulos, recuerda sus años al frente de la Iglesia Católica y hace autocrítica al admitir que una de sus debilidades fue “la poca determinación” que tuvo en algunas ocasiones a la hora de “gobernar y tomar decisiones”. Sin embargo, aunque acepta que “el gobierno práctico” no es su “fuerte”, no considera que su etapa al frente de la Iglesia católica sea “un fracaso”, pues “durante ocho años” desempeñó una labor al servicio de esta institución. “Hubo momentos difíciles, basta pensar, por ejemplo, en el escándalo de la pederastia, el caso Williamson o incluso el escándalo del Vatileaks”, cita.
Decisiones polémicas
Benedicto XVI hace así memoria de polémicas como la que provocó el obispo británico Richard Williamson, quien en 2009 negó el Holocausto judío y la existencia de las cámaras de gas, lo que puso en pie de guerra a la comunidad judía internacional. Ese mismo año, Benedicto XVI levantó la excomunión que pesaba sobre Williamson desde 1988, sin conocer su negacionismo, una acción que causó notable revuelo internacional. El obispo había sido excomulgado por Juan Pablo II, después de ser ordenado por Marcel Lefebvre (el más destacado representante del tradicionalismo católico) sin mandato pontificio.
También revive los escándalos de pederastia, de cuya existencia era consciente (días antes de ser elegido papa denunció la “suciedad” y la “soberbia” de “entre los que por su sacerdocio deberían estar entregados al Redentor”), aunque nunca pensó que pudieran ser tantos. O nombra Vatileaks, el escándalo sobre la divulgación de la correspondencia privada de Ratzinger en 2010. Pero no solo hubo momentos arduos, sino que también enumera éxitos como la ruptura de un “lobby gay”, formado por unas “cuatro, quizá cinco personas”.