Benedicto XVI y la nueva empresa

Benedicto XVI y la nueva empresa

La Encíclica “Caritas in veritate” del Papa Benedicto XVI contiene reflexiones del Sumo Pontífice interesantísimas acerca de la economía, el trabajo, la crisis financiera y las salidas a la misma.

A juicio del Papa, “se está extendiendo la conciencia de la necesidad de una ‘responsabilidad social’ más amplia de la empresa” y “se va difundiendo cada vez más la convicción según la cual la gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores de los diversos elementos de producción, la comunidad de referencia”. Esta responsabilidad social de la empresa obliga a “observar que la iniciativa empresarial tiene, y debe asumir cada vez más, un significado polivalente. El predominio persistente del binomio mercado-Estado nos ha acostumbrado a pensar exclusivamente en el empresario privado de tipo capitalista por un lado y en el directivo estatal por otro. En realidad, la iniciativa empresarial se ha de entender de modo articulado”.

Precisamente esta diversidad de formas empresariales es lo que reconoce el proyecto de Constitución que conoce la Asamblea Nacional y cuyo Artículo 197 dispone que “el Estado garantiza el pluralismo económico basado en la coexistencia de diversas formas de propiedad y de empresa”, por lo que “el Estado reconoce el aporte de las iniciativas económicas populares al desarrollo del país, a la vez que fomenta las condiciones de integración del sector informal en la economía nacional y promueve y protege a la pequeña y mediana empresa, las cooperativas, las empresas familiares y cualquier otra forma de asociación comunitaria para el trabajo, la producción, el ahorro y el consumo, que generen condiciones que les permitan acceder a financiamiento, asistencia técnica y capacitación oportunos” (Artículo 200).

Y es que, como bien afirma Benedicto XVI, “precisamente para responder a las exigencias y a la dignidad de quien trabaja, y a las necesidades de la sociedad, existen varios tipos de empresas, más allá de la pura distinción entre ‘privado’ y ‘público’. Cada una requiere y manifiesta una capacidad de iniciativa empresarial específica. Para realizar una economía que en el futuro próximo sepa ponerse al servicio del bien común nacional y mundial, es oportuno tener en cuenta este significado amplio de iniciativa empresarial. Esta concepción más amplia favorece el intercambio y la mutua configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial, con transvase de competencias del mundo non profit al profit y viceversa, del público al propio de la sociedad civil, del de las economías avanzadas al de países en vía de desarrollo”.

Señala el Papa, además, que ha ido surgiendo un tipo de empresa intermedia entre la estatal y la privada. “Esa zona intermedia está compuesta por empresas tradicionales que, sin embargo, suscriben pactos de ayuda a países atrasados; por fundaciones promovidas por empresas concretas; por grupos de empresas que tienen objetivos de utilidad social; por el amplio mundo de agentes de la llamada economía civil y de comunión. No se trata sólo de un ‘tercer sector’, sino de una nueva y amplia realidad compuesta, que implica al sector privado y público y que no excluye el beneficio, pero lo considera instrumento para objetivos humanos y sociales. Que estas empresas distribuyan más o menos los beneficios, o que adopten una u otra configuración jurídica prevista por la ley, es secundario respecto a su disponibilidad para concebir la ganancia como un instrumento para alcanzar objetivos de humanización del mercado y de la sociedad”.

El pluralismo de formas empresariales es, como bien afirma Benedicto XVI, “lo que promueve un mercado más cívico y al mismo tiempo más competitivo”. Por eso, debemos adoptar el  “marco jurídico y fiscal adecuado” para promover las nuevas formas de empresa, sin perjuicio de las empresas tradicionales. Sólo así haremos realidad la economía social de mercado que debe partir del supuesto de que todos los dominicanos queremos ser socios de esta gran empresa que es República Dominicana y de que, por tanto, todos queremos poder ejercer la iniciativa económica privada. Esa es la verdadera revolución: democratizar el capital, tener empresas socialmente responsables y conciliar los mercados libres con la justicia.

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