Benito Monción
Unos lo califican de soldado heroico, y otros de asesino, entreguista y aventurero

<STRONG>Benito Monción</STRONG> <BR>Unos lo califican de soldado heroico, y otros de asesino, entreguista y aventurero

Aunque en la República Dominicana hay cientos de calles con el nombre de Benito Monción, los ayuntamientos debieron ponderar muy bien estas designaciones, pues a pesar de que este personaje asumió actitudes nacionalistas en las guerras de la Independencia y la Restauración, apoyó dos dictaduras de las que recibió bienes, donaciones, prebendas, y por las que fue capaz de asesinar opositores. Pidió que le entregaran a Pepillo Salcedo para fusilarlo, traicionó a Gaspar Polanco, se unió al caudillo haitiano Silvain Salnave para combatir a Luperón a favor del baecismo, ilusionado con la idea de llegar a ser Presidente.

Por otro lado, se rebeló contra el Triunvirato integrado por Gregorio Luperón, Pedro Antonio Pimentel y Federico de Jesús García, que lo había nombrado Ministro de Guerra. Enfrentó los gobiernos de Pimentel y de José María Cabral, y durante la tiranía de Ulises Heureaux estableció un feudo particular en Guayubín desde donde negociaba con éste. Castró haitianos como método para eliminar el robo de ganado en la frontera, pidió el establecimiento de una aduana particular en Manzanillo para él cobrar los servicios de cabotaje entre ese municipio y Cabo Haitiano, entre muchos otros dislates que se le atribuyen.

El militar, de quien prácticamente sólo se han exaltado sus glorias, no sabía leer ni escribir. El primer aniversario de su muerte fue declarado Duelo Nacional, por el Congreso Nacional, y el 16 de agosto de 1944 Trujillo dispuso que sus restos reposaran en la Capilla de los Próceres, de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana. Hoy descansan en el Panteón Nacional.

El doctor Rafael Darío Herrera Rodríguez, historiador y profesor universitario quien hace la relación del desacertado comportamiento de Monción, opina que el héroe de Beller, Sabana Larga y Escalante es una figura dual que siguió una trayectoria errática después de la guerra restauradora, que se comportó de manera vergonzosa, envileciéndose en la segunda parte de su vida.

Encuentra paradójico que habiendo sido Benito Monción analfabeto algunas escuelas lleven su nombre y cuestiona las vías que le rinden tributo porque, para él, es difícil determinar si es meritoria una persona que habiendo sido nacionalista en la primera etapa de su existencia, “luego se alinea con un personaje como Buenaventura Báez que es la encarnación del entreguismo nacional, y con Ulises Heureaux, que mantuvo una de las dictaduras más sangrientas que ha conocido la historia dominicana”.

Herrera Rodríguez trabaja en la que será probablemente la primera biografía del controversial personaje: “Benito Monción, Los desvaríos de un caudillo”, y avanzó algunos de sus hallazgos en la revista Clío, órgano de la Academia Dominicana de la Historia, de la que es Miembro Correspondiente, en los que apunta: “En él se cristalizaron algunos rasgos deleznables de los caudillos: escaso respeto por la vida humana, pues, tal como se estilaba en la época, ordenaba el fusilamiento de cualquier persona, e inconstancia en sus adhesiones”. Agrega que Monción “instauró un Estado dentro de otro en la Línea Noroeste y se convirtió en una figura autónoma imponiendo en esa demarcación un poder con ribetes netamente absolutistas. Los gobiernos de turno le asignaban una porción del presupuesto a fin de que pudiera operar su feudo. En una ocasión, por ejemplo, adquirió cincuenta fusiles para los miembros de su escolta. Astuto,  suspicaz, sigiloso, sólo aceptaba negociar dentro de los límites de su región y con el discurrir del tiempo hizo de las revueltas su actividad predilecta”.

Repite una versión recogida por Rufino Martínez en su Diccionario Histórico-Biográfico, dando cuenta que Monción hablaba a sus subalternos con ínfulas de príncipe “y su vestuario estaba cubierto con numerosos objetos de lujo”.

Para el catedrático de las universidades Madre y Maestra y Autónoma de Santo Domingo, Benito Monción no es un patriota. “Definitivamente no. Fue una persona que se degradó. Si por un lado tuvo virtudes y emprendió hazañas a favor de la nación dominicana, en otra parte no se aferró a un ideal nacional, definido, vivía permanentemente dando golpes de Estado y demostrando una gran afición por las aventuras guerrilleras. Manifestó una gran inconsistencia ideológica, producto, tal vez, de su nula formación”.

Expresa que habiendo colaborado con una dictadura tan cruel, como la de Lilís, “hay que pensar que Benito Monción mató a mucha gente en la Línea Noroeste”. Significa que con el único que no tuvo éxito en sus afanes desestabilizadores fue con José María Cabral “que lo trajo engrillado a la Torre del Homenaje y fue tan enérgico con él que Luperón protestó por la forma en que lo hicieron prisionero”.

“Creo que no se ha examinado profundamente la figura de Benito Monción, es un héroe, pero también se comporta de manera ignominiosa. Ya al final de su vida se rebeló contra Heureaux, participando en la revolución de Moya. Lilís lo apresó y tuvo que irse expulsado al exterior”.

“Nombre espurio”

Rafael Darío Herrera Rodríguez no es, sin embargo, el único historiador que cuestiona la conducta de Monción y se sorprende de los reconocimientos póstumos. Ya en 1971, el notable escritor Alcides García Lluberes escribió: “¡Conque el analfabeto Benito Monción, de origen franchute también, estuvo con la Anexión a Estados Unidos, en 1870! Y entonces ¿cómo nuestros pobres, poco avisados y suicidas antecesores honraron injustificablemente su memoria y dejaron que su nombre espurio fuese trasmitido por las consagradoras trompetas de la fama?”.

Después de analizar la trayectoria de Monción concluye: “Benito Monción no merece, pues, hallarse inscrito, para ser glorificado, en la augusta nómina de los próceres de nuestra Libertad, sino que debe ser relegado, al igual que sus superiores inmediatos en el Gobierno de los Seis Años, al aislador, aflictivo e infamante pudridero de las condenaciones históricas”.

Los demás cronistas lo enaltecen como “El bizarro general soldado de Capotillo”, “El paladín de nuestras cruzadas libertadoras”, “El prócer en la magna epopeya restauradora”. Trujillo lo calificó como “uno de los más valientes, perseverantes y leales guerreros en la defensa de la causa de la patria”.

Monción nació en La Vega el 29 de marzo de 1826. Probablemente sus antepasados fueron franceses que salieron huyendo de la dictadura del rey Cristóbal y se establecieron en esa ciudad. El apellido Montion pudo españolizarse Monción. Benito y su familia se trasladaron a La Visite, cercana a Juana Méndez, según las investigaciones de Herrera.

Fueron sus padres José Monción y Sebastiana Durán. Herrera Rodríguez no ha localizado datos de su casamiento y de su descendencia. Pero en los archivos del historiador Vetilio Alfau Durán aparece que estuvo casado con María Ramona Duarte, de Santiago, y cita dos de sus hijos: Generosa y el general Román Monción Duarte.

El que una vez fuera glorioso defensor de la soberanía, murió en Guayubín el once de febrero de 1898. Acudieron multitudes a despedirlo.

La calle

Luis E. Alemar la define como “la primera del ensanche Independencia, de Norte a Sur, bautizada con el nombre, merecido de Benito Monción, en memoria del ilustre prócer de la guerra de Restauración”.  El sector se confunde con Gascue.  La vía nace en la avenida Independencia y termina en la Bolívar.

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