Berlín. EFE. Berlín se ha destapado como ciudad fashion con su Semana de la Moda, un certamen joven en el circuito del diseño cuyas pasarelas discurren por el viejo aeropuerto de Tempelhof, el estadio olímpico y otros edificios emblemáticos.
La capital alemana no estaba inscrita en el calendario internacional de grandes circuitos de la moda, no precisamente por un déficit de grandes nombres, sino de certámenes de muy alto rango.
La Fashion Week, que se clausura hoy, ha irrumpido en escena, en su segundo año de historia, con un contingente de nombres y escenarios capaz de subsanar ese vacío.
Hugo Boss abrió la semana presentando su colección en Tempelhof, el aeropuerto más antiguo de Europa aún activo, construido en 1909 y utilizado como aeródromo central de la capital en el Tercer Reich.
El mítico aeropuerto, en pleno casco urbano de la ciudad, está ligado para los berlineses al puente aéreo que, entre junio de 1948 y mayo del año siguiente, durante el bloqueo soviético, garantizó el abastecimiento del sector occidental de la ciudad.
Tempelhof está ahora casi en desuso, reservado a alug aúvgunos vuelos regionales y privados, y pocas compañías internacionales. Según los planes de la alcaldía, tiene los días contados puesto que se ha decretado su cierre para finales de este 2008. La zona de facturación quedó convertida el lunes en pasarela para la colección del diseñador belga Bruno Pieters, mientras la prensa berlinesa se hacía eco de la campaña ciudadana para organizar un referéndum contra el cierre, que ha recogido 160 000 firmas.
El martes, la Fashion Week se trasladó al estadio berlinés, un edificio identificado durante décadas con las Olimpiadas del nazismo, en 1936, y que con la remodelación en profundidad para el Mundial 2006 se «rehabilitó» ante la elite futbolística mundial.
Ambos espacios ciudadanos se convirtieron así, por obra y gracia de la moda.