Berlín, en metamorfosis permanente

Berlín, en metamorfosis permanente

Se cumplen 25 años desde que se trasladó la capital de Alemania de Bonn a Berlín. El muro de 155 kilómetros que la dividió había caído, dejando a la ciudad con terrenos baldíos, carreteras desconectadas y edificios descuidados.

Hoy es una gran capital del siglo XXI, pero las reformas y las modernizaciones no han borrado los contrastes que caracterizan a una ciudad en metamorfosis permanente.
Fueron sólo 18 votos los que marcaron la diferencia. A las 21.48 horas del 20 de junio de 1991, el Parlamento alemán (Bundestag) decidió, tras más de diez horas de debate, trasladar la capitalidad alemana de la ciudad renana de Bonn a Berlín.

Bonn, que desde 1949 había sido capital federal “provisional” de Alemania, cedió su estatus a un Berlín en fase de reconstrucción.

Desde aquella votación del verano de 1991, hicieron falta ocho años de preparativos y una inyección de 20 000 millones de marcos (unos 12 500 millones de dólares) para que se iniciase el proceso final de traslado, conocido como “la gran mudanza”.

Durante el mes de julio de 1999 un ferrocarril diario y centenares de transportistas se repartieron la tarea titánica de trasladar 32 000 metros cúbicos de mobiliario, archivos y papeleo de las instituciones alemanas que emprendían camino a Berlín.
Decenas de miles de funcionarios vieron modificado su lugar de trabajo y el Gobierno ofreció a los afectados vuelos gratis semanales durante dos años entre la capital y Bonn, el pago de la mudanza, compensaciones para el alquiler de antiguas casas, apartamentos y garajes, ayuda a la educación de los hijos y primas al contado por traslado.

El Gobierno encuentra su sitio. Era 1999 y el proceso de traslado estaba terminando. El Gobierno había optado por utilizar los deshabitados edificios públicos que la época prusiana, el nazismo y el régimen comunista del Berlín oriental habían dejado vacíos. El lugar elegido para albergar al Bundestag (Parlamento Federal) fue el Reichstag, indudable testigo de piedra que desde su construcción entre 1884 y 1894 había sobrevivido en pie, tanto a los incendios y bombardeos de los aliados durante la II Guerra Mundial, como al abandono que sufrió durante la época de la división de Berlín. Los bombardeos recibidos dejaron la cúpula del edificio tan dañada que, después de la contienda, tuvo que ser dinamitada y el Ejecutivo alemán lanzó un concurso arquitectónico para elegir un proyecto de reconstrucción y modernización.

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