Bernardo Vega y sus intimidades en la era global

Bernardo Vega y sus intimidades en la era global

Con gran satisfacción ha recibido el público lector el primer tomo de las memorias de Bernardo Vega Boyrie, que él ha titulado, muy significativamente, «Intimidades en la era global». Y si bien en el pasado había comentado algunas de las publicaciones del autor, en ninguna otra como esta, donde él despeja las brumas tejidas por el tiempo para que afloren los recuerdos de «sus años formativos», me había permitido aproximarme tanto a él, a su particular forma de ser, a su agudo sentido de observación y a su visión personal de la vida y de los hechos en los que ha sido testigo privilegiado e importante actor.
En realidad se trata de la primera entrega de la copiosa autobiografía del licenciado Bernardo Vega Boyrie, nuestro infatigable intelectual, paradigma de laboriosidad y entrega al estudio y la investigación, que ha alcanzado un elevado reconocimiento público por su polifacética actividad como economista, empresario, historiador, arqueólogo, educador, diplomático, articulista, editor y promotor cultural, entre otros campos donde sobresale con luz propia y ha dejado relevantes contribuciones, con una dilatada obra que abarca desde la cultura taína a temas de actualidad, abordando múltiples registros de enorme importancia para el trazado de un perfil de la dominicanidad.
Provisto de una esmerada formación académica adquirida en Santo Domingo, Londres y Pennsylvania, Vega dio siempre muestras de una gran pasión por la historia, sin desdeñar un ápice los acontecimientos del presente. Su disciplinada vocación de acucioso investigador lo ha llevado a reunir la más extensa y completa documentación sobre la Era de Trujillo, en varias decenas de volúmenes con el título general de «Los Estados Unidos y Trujillo».
Es realmente admirable su hoja de vida, en la que brillan su paso por el Banco Central de la República Dominicana, donde llegó a ostentar el cargo de gobernador; el Museo del Hombre Dominicano, del que fue director; las de funcionario en la Corporación de Fomento Industrial, la Secretaría de Finanzas y la banca privada; la de consultor en diversas entidades; la de director del prestigioso matutino El Caribe; la de embajador de la República Dominicana en Washington, D. C., y la de presidente de la Academia Dominicana de la Historia, donde ha llevado a cabo, entre otras, la organización de conferencias y encuentros de profesionales de la historia, y una profusa labor editorial.
En su más reciente obra, «Intimidades en la era global», Vega despliega toda su capacidad de evocación para elaborar un libro en el que se amalgaman la autobiografía, que no es otra cosa que la biografía de una persona contada por ella misma; las memorias, o el relato de hechos y acontecimientos vividos; y el diario personal, en el que se registran, con fechas y lugares puntuales, los sucesos cotidianos, casi siempre con un propósito íntimo, más que con intenciones de divulgación. Memoria, crónica y diario confluyen, pues, para estructurar una totalidad que atrapa al lector desde las primeras líneas, pues el texto, ameno y fluido, constituye no solo la relación de la vida de un testigo de excepción en nuestro tiempo, sino la de una personalidad de nuestra cultura que atesora valiosos recuerdos e inestimables datos sobre el siglo XX.
En el prólogo al libro «Antinostalgia de una Era», del notable cuentista y hombre público Virgilio Díaz Grullón, el laureado escritor José Alcántara Almánzar escribió: «En nuestro país, los escritores no suelen hacer memorias ni autobiografías. «El pozo muerto» (1960) de Héctor Incháustegui Cabral, «Historia de mi voz» (1964) de Manuel del Cabral, «En la ruta de mi vida» (1976) de Víctor Garrido, y La palabra encadenada (1975) y «Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo» (1988) de Joaquín Balaguer, constituyen excepciones que confirman la regla del silencio de los escritores dominicanos acerca de sí mismos, su país y su tiempo.»
En principio, Bernardo Vega parece coincidir con Alcántara Almánzar al afirmar que «La escasez de autobiografías entre los dominicanos podría ser una buena razón para explicar este libro [Intimidades en la era global], tanto más cuanto que, como historiador, me doy cuenta de la necesidad de las mismas. Precisamente por ser historiador he querido, más que narrar mi vida, colocarla dentro del contexto de lo que en cada etapa ocurría en el país, describiendo el ambiente.»
Sin embargo, el propio Vega cita, en la introducción a su libro, los nombres de los autores de más de treinta memorias que abarcan toda una vida, de figuras prominentes de nuestro ámbito político y cultural; y además, señala más de una veintena de relatos parciales, o de vivencias de personas en la oposición clandestina a la dictadura de Trujillo. Esto nos lleva a pensar que en el último cuarto de siglo se ha modificado el panorama antes descrito, de ausencia de memorias contadas por protagonistas de acontecimientos relevantes, y que muchos protagonistas o espectadores de hechos trascendentes se han animado a contar sus vivencias, como se advierte en la proliferación de libros de esa índole.

Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de Poncio Pou Saleta, superviviente de la expedición patriótica del 14 de junio de 1959, que en su libro «En busca de la libertad» (1998) narra su heroica participación en la lucha contra la tiranía trujillista.

Para realizar su autobiografía, Vega se ha valido no solo de todo lo que conserva la cantera de su memoria, con la imprecisión y errores de cálculo que pudiera suponer la recuperación de la misma, sino de otras fuentes que le han ayudado a completar ciertos datos con mayor precisión. De manera que lo contado por Vega en este primer tomo de sus memorias, no solo reproduce sus recuerdos, sino que hace un esfuerzo de «reconstrucción del pasado», propósito tan acorde con el oficio de historiador.

De modo que Intimidades en la era global puede también leerse como crónica de un tiempo decisivo para nuestro país, cuyo hacedor es, al mismo tiempo, protagonista, testigo y relator. Mediante una prosa escueta, por lo general descriptiva o enumerativa, Vega va armando un atractivo entramado con sus confesiones personales, su impresión de personas y circunstancias, su conducta y pareceres, sus acciones y pensamientos, sus propósitos y deseos insatisfechos y su sentir más íntimo. Quiere decir que el relato de la propia vida está indiscutiblemente permeado por la mirada del historiador. Pero la objetividad narrativa en la que está de cuerpo entero el historiador no impide que en ocasiones afloren sus emociones, incluso las lágrimas de aquel joven ciudadano lleno de esperanzas en un porvenir mejor para su país.

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