Bertico Frómeta y sus experiencias al servicio de Trujillo

Bertico Frómeta y sus experiencias al servicio de Trujillo

POR ANGELA PEÑA
Bertico Frómeta Pereira, esa figura ligera, veloz, diligente y enérgica que maneja una computadora con la misma habilidad con que conduce su automóvil, a los 86 años, es un hombre-historia que guarda en su mente lúcida secretos del trujillato, régimen al que sirvió en posiciones de trascendencia por más de treinta años.

Conoció los variables temperamentos de la familia Trujillo, sorbió la primera copa de alcohol por invitación del “Jefe”. Habla de política con la autoridad con que describe el comportamiento económico de la época y refiere los sucesos de la Segunda Guerra Mundial con la propiedad que le confirió su posición de radiotelegrafista que transmitía las noticias y ofrecía la hora exacta.

Guitarrista, bohemio, poeta laureado, cantante como sus hermanos Amable y Billo, trabajó desde los diecisiete años en la Dirección de Telecomunicaciones “recibiendo prensa para venderla a El Caribe”. Ahí fue receptor y transmisor del ataque de un submarino americano al barco Coamo, que junto al Borinquen hacía la ruta Santo Domingo-Puerto Rico-Nueva York. “Eso fue un escándalo. Aquello se llenó de gente. Entonces estábamos entre lo que era el cine Capitolio y el Ayuntamiento, donde ahora hay una tienda de regalos, en la Arzobispo Meriño, frente al Parque Colón”, cuenta.

Por ser tan rápido en ese quehacer, Santanita Bonetti, secretario de la Presidencia cuando Trujillo, lo escogió para que reportara al Generalísimo la situación del país cuando éste se encontraba a bordo del Yate Ramfis en la Costa Azul, de Francia. “Le pasaba las noticias completas a Guarionex Saladín, que se fue civil y vino como teniente coronel, era el telegrafista del yate Ramfis. Trujillo recibía todas las noches los acontecimientos de primer orden en la República”.

Aún resuenan en sus oídos los sonidos que convertía en letras, ejemplificando el tono de caracteres y signos. “Aprendí en una escuela que creó el Gobierno, con Pupo Cordero, que era dueño de la HIG, y con Guarionex Saladín. Recibía todos los informes de guerra, y despachos en francés de una islita al norte de Puerto Plata para la embajada francesa en Puerto Príncipe”. “Escribía también en francés e inglés sin saber lo que era, pero perfectamente, traduciendo sonido a letras. El ejército tenía veintiuna estaciones de telegrafía y yo pasé a ser jefe de la de San Cristóbal, que era la niña bonita de Trujillo, ahí estuve trece años, hasta 1948”, refiere. En esa posición ayudó a que el hoy general Enrique Pérez y Pérez, entonces raso ordenanza del destacamento de Artillería y Ametralladora de la denominada Ciudad Benemérita, pudiera hacerse bachiller, al mediar para que el coronel Fausto Caamaño, muy amigo de Frómeta, no le asignara servicios nocturnos.

JUNTO A TRUJILLO

Como subjefe del Servicio de Mecanización Agrícola, don Berto debió enfrentarse a los Trujillo y a otros funcionarios del régimen, aunque con éxito, pues estaba apoyado por el “Perínclito”. Tenía mil 200 tractores arando tierra, pero Alberto Bogaert, secretario de Agricultura, comunicó al dictador que el servicio era un desastre pues él tenía todos los tractores. “A las tres de la madrugada me mandó a buscar con Dominguito Hasbún, que me llevó frente al Jefe, a Fundación, y éste me dijo: “Comienza a rescatar los tractores, y comienza por mí. Sacamos siete de Fundación”.

Pero con Luis Ruiz Monteagudo, Josesito García Trujillo y Negro Trujillo, que también poseían varias máquinas, tuvo dificultades. Algunos amenazaron con recibirlo a tiros y “hasta Anselmo Paulino me grabó mañosamente una conversación telefónica con Josesito y la cortó dejando entender que había sido complaciente con Josesito. Trujillo me mandó a buscar con cara de disgusto y me recibió sin saludarme: ‘es decir que usted sacó los tractores de mi finca y al general García Trujillo se los dejó”, le comentó. Salvó la situación repitiendo la oración completa y en cuanto a los demás, sólo debió decirles que cumplía órdenes del Generalísimo. “Al poco rato venía el polvazo atrás, se volvieron una mantequilla”.

Don Bertico cuenta que Trujillo lo mandaba a buscar con frecuencia. “Él bebía Carlos I en vasos grandes y la primera vez que ingerí alcohol fue cuando él me brindó un trago de esa marca en la Casa de Caoba, y me salieron dos lagrimones. Me invitaba a estar con él para que le conversara, le hiciera chistes. Trujillo era el individuo más ameno del mundo”, expresa don Berto, confesando sin rubor que fue trujillista.

El general Miguel Rodríguez Reyes, Arturito Espaillat, Juan Soriano, Gadala María, Federico García Godoy, Felipe Isa, Cucho Álvarez, Facundo Estévez, Rafael Tomás Hernández, Pepe Bonilla, Petán y Ramfis Trujillo, entre otros, son nombres reiterados en sus relatos.

Aró y colocó puntos de siembra de caña en Villa Altagracia, Guanuma, Boyá, y sus bulldozers, gredars y tractores derribaron también árboles, malezas, montes, para instalar El Sisal, donde “se hacía cabuya para sacos, fibras”, con el sudor de muchos presos políticos. “Por eso estaba Arturito ahí”, comenta. “Pero con lo que Trujillo se volvió loco fue sembrando caña”, exclama.

Entró al Banco Agrícola en 1953. “Trujillo lo pasaba todo al Banco Agrícola, las empresas que fueron propiedad del Banco eran innumerables. Corde le quedó pequeño”, narra, y da cuenta de los cheques por sumas elevadas que emitió para adquirir propiedades, como Salinas Nacionales, Chocolatera Sánchez, Ferrocarril Sánchez-La Vega, El Sisal, Fábrica de Sacos y Cordelería, Central Río Haina, Astilleros Dominicanos, Lotería Nacional, Suministros del Gobierno, Instituto Nacional de la Vivienda, Constructora Ozama, Preservadora de Maderas, entre otras.

“El Banco Agrícola era dueño de todo lo que se movía”, dice, contando brevemente la historia de esa institución fundada el uno de junio de 1945 y en la que fue jefe de almacenes generales de depósito, de mecanización Agrícola, sub contador y contador local, encargado del suministro del gobierno. En esa última posición evitó un atentado contra Trujillo al detectar dos fusiles depositados en la Torre, cuando la dependencia fue traslada a lo que es hoy Radio Patrulla pues el local original, ubicado donde hoy está Bienes Nacionales, fue incendiado en 1960, manifiesta. “¿Usted se imagina? Estaban en una torre desde la que se dominaban los paseos vespertinos que daba el Jefe por los jardines de la Estancia Ramfis”.

De su paso por el Banco Agrícola quedaron en su memoria los nombres de reconocidos hombres de negocios que no pagaron sus créditos y otros que se quedaron con empresas que eran estatales. Allí dejó como recuerdo de su gestión el busto de Juan Pablo Duarte que luce la fachada, la condecoración a varios fundadores y las colecciones del periódico Bagri-Notas, donde escribía los editoriales.

En 1965 pasó a la Secretaría de Finanzas como subdirector de Estudios Económicos y Crédito Público, y luego a la Oficina de Desarrollo de la Comunidad como administrador, hasta 1966 que retornó al Banco Agrícola como Jefe de Servicio Administrativo, asistente del administrador y jefe de Personal. Renunció en 1972 para trabajar junto a su hermano Lico en la Impresora Margarita “que trajo las primeras máquinas de hacer formas continuas para computadoras”.

Ahora don Bertico, que recibió título de licenciado en Finanzas por una ley de Trujillo que lo concedía a contadores con más de cinco años en ejercicio, trabaja como vendedor en la impresora José M. Frómeta, C, por A. propiedad de su sobrino. Usa la computadora, escribe en máquina eléctrica con increíble rapidez, hace despachos, corrige textos y sale a la calle a vender productos y servicios.

Nació el 30 de marzo de 1919, en San Francisco de Macorís, hijo del licenciado José María Frómeta Nina, abogado, y de Olimpia Pereira. Es soltero desde 1991, pero fue casado cuatro veces. De esos matrimonios son sus hijos Maritza y Elsa Frómeta Peguero; José Alberto y Laura Violeta Frómeta Mella y Sofía, José Luis y Olimpia Frómeta Divanna.

En 1996 sus hijos le hicieron residencia en Nueva York. “Cogí para allá pero, por mi edad, me decían que no podía trabajar y dije: yo sentado aquí me voy a morir, porque soy un hombre de actividad. Y arranqué para acá otra vez”.

Publicaciones Relacionadas