Besos en la boca

Besos en la boca

Existen familias que tienen la costumbre de darse besos en la boca entre padres e hijos, esos besos que llaman “piquitos”. Hay quienes lo aceptan como algo natural,  y otras que simplemente lo encuentran inapropiado. 

Besar es una muestra de cariño hacia los hijos, algo que nos encanta hacer a los padres y que, de hecho, deberíamos hacer más. Pero mientras que darles besos en las mejillas, el cuello o la frente está bien visto, darles piquitos en la boca genera reacciones de todo tipo, y es un tema de muchas controversias, con distintas opiniones encontradas.

He escuchado personas que dicen que besar en la boca puede llegar a confundir al pequeño, que está creando sus propias categorías de significados culturales. Y se cuestionan ¿cómo explicarle entonces que besar en la boca a mamá o a papá está bien, pero besar a un desconocido está mal? Y si ¿querrá también besar en la boca a sus amiguitos y a la maestra?

Yo no creo que besar a los hijos deba verse como un acto sexual en sí mismo, porque de hecho no lo es. Pienso que cada uno ve lo que quiere ver, algo parecido al hecho de amamantar, hay quienes incomprensiblemente ven la lactancia en niños de más de un año como un acto sexual, cuando no es más que dar el pecho a su hijo.

Simplemente, yo lo veo como una muestra de cariño más. Y en cuanto al hecho de que los niños puedan confundirse, no lo creo, pues depende mucho de lo que le transmitamos nosotros. Basta con explicarles que son besos especiales reservados para las personas queridas. No irán a besar en la boca a un desconocido, ni siquiera a besarlo en la mejilla, ya que los besos deben ser algo que los niños den porque ellos quieren, sin forzarlos.

Recientemente leí en un blog sobre este tema un comentario muy oportuno, que se refería a que las disímiles opiniones sobre besar o no en la boca a su hijo, eran ocasionadas en su mayoría, por la cantidad de gentes enfermas, pero habla del peligro a tener que condicionar todos nuestros actos a la existencia de una sociedad enferma. “Lo que tenemos que tratar de cambiar los adultos es la realidad, pero de ninguna manera creo que haya que limitar la cotidianidad y la espontaneidad del cariño por el bien de los niños. Ya sé que hay licencias que no son para siempre y que precisar “cuándo es el momento” de hacer o dejar de hacer ciertas cosas es difícil. Y comprendo también la preocupación de que, cuando un niño crezca,  pueda discernir entre el amor de pareja y el de madre e hijo, o lo que un adulto no debe hacerle. Pero para eso existe la educación, para eso estamos nosotros los padres”. 

Los padres tenemos que acompañar a nuestros hijos en la evolución de su sexualidad. Pero tampoco quiere decir que es bueno convertirnos en las personas con las que los niños satisfacen toda su curiosidad a través de besos o tocamientos en el propio cuerpo del adulto. Los chicos deben satisfacer su curiosidad por medio del juego solo o con otros niños, explorando su propio cuerpo y por medio de preguntas.

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