Biblioteca Colombina

Biblioteca Colombina

Sevilla, España. Del Almirante, de parientes y descendientes directos, la Biblioteca acumula documentos personales, diarios, apuntes y correspondencias, mapas elaborados por cosmógrafos, libros religiosos procedentes de monasterios del siglo XV y XVI, diferentes biblias versadas, traducidas a distintas lenguas romances y al castellano antiguo. También el registro de latitudes marítimas, un trabajo detallado, minucioso y de mucha precisión, tomando en cuenta que corresponde al siglo XV. Los mapas son verdaderas joyas, se observa el de Santo Domingo, con mucha similitud a la forma de la Isla, lo mismo que el primer mapa de América del Sur, así como libros y dibujos de las diferentes villas de la Península Ibérica.

La Biblioteca, localizada a un lado de la Puerta del Perdón de la Catedral de Sevilla, administrada por el Arzobispado, en el pasado estaba abierta al gran público, pero desde un tiempo hacia acá los libros y documentos originales ya no se exponen, solo en ocasiones especiales pueden apreciarse debido a que sufren al hacer contacto con el medio ambiente. Para su conservación nunca han sido tratados con productos químicos, y no obstante, tanto el interior como las carátulas presentan una adecuada conservación. Los investigadores especializados necesitan autorización para tener acceso a copia de los documentos originales o a sus correspondientes facsímiles.

Fue la Biblioteca personal de Hernando Colón, el hijo natural (luego reconocido) del Almirante; cuando muere tiene acumulado nada más y nada menos que 15 mil libros y documentos personales, de su padre y parientes Bartolomé, los Diego y Doña María de Toledo. Hernando Colón, soltero, nunca casó ni tuvo descendencia, muy protegido por la Corona, en su vida cotidiana y en su casa, cerca del Río Guadalquivir en Sevilla, situada en unos terrenos también cercanos a la Torre del Oro, donde se almacenaba el metal que recién llegaba de las Indias, era un polifacético, disfrutaba de la naturaleza pero también se inclinaba por las letras, lo que explica la dimensión de su Biblioteca. Su gran orgullo era sentirse hijo del Almirante, se convirtió en su gran defensor luego de éste morir. Hernando murió treintiseis años después del Almirante.

Desde luego, sobre los restos del Almirante, la encargada de la Biblioteca defendió la tesis de que están en la Catedral de Sevilla; quien esto escribe y mi esposa Dra. Dilia Castaños Guzmán (quien aprovecho para presentar su anteproyecto de tesis doctoral en Literatura Hispanoamericana), le recordamos algunos enigmas y dilemas: que inicialmente fue enterrado en una fosa común en Sevilla, arrastrada por las aguas que produjo una gran tempestad, que sacó a flote cadáveres, sin descartarse que uno de esos fuera el del Almirante; que resultaba extraño que en el inventario oficial de cargas que llevaba la nave donde María traslada a Santo Domingo los restos del Almirante, no se haya encontrado registro al respecto; que la prueba ADN, la que recientemente se le hizo a los restos en Sevilla y que dio positivo, no se descarta que pertenezcan a otro familiar. Como no hubo respuestas concluyentes, lo mejor era transarnos, la mitad en Sevilla y la otra mitad en Santo Domingo.

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