Allí todo es incuria: los polvorientos libros, los ennegrecidos tramos, las roñosas paredes. La solución no es, sin embargo, la demolición, sino la reconstrucción. En efecto, la Biblioteca Froilán Tavares amerita una intervención urgente que rescate ese espacio cultural.
Sus servicios se remontan en el tiempo; hace décadas que ofrece al público miles de documentos, libros, revistas y materiales didácticos, que sirven para tareas escolares y universitarias, así como para desarrollar investigaciones.
El descuido del centro es evidente: tan pronto el usuario se acerca a un tramo, es atacado por un ejército de polvo y sucio. Por tanto, no es un espacio apto para personas con dificultades respiratorias. Aunque sí lo es para estudiantes, estos van muy poco, dado que el espacio carece de computadoras e Internet. La razón de su desidia es obvia: prefieren buscar las clases por Web, antes que fajarse con papeles en deterioro. Así, la tecnología le resta interés a una biblioteca que permanece anquilosada.
Rosa Marte, directora de la biblioteca está consciente del problema, y su único clamor es esperar una respuesta de las autoridades.
El espacio cultural está adscrito al Ministerio de Educación, cuyos técnicos ya evaluaron la edificación. Mientras tanto, la verja perimetral está deteriorada, lo que permite que individuos penetren al lugar y sustraigan los periódicos que son llevados allí.
Así también, el amplio patio está descuidado; hierbas y maleza lo definen claramente.
Aún hay más: los tramos repletos de libros y documentos son de madera y están muy deteriorados. No es para menos, el centro carece de ventanas y el aire que entra produce contaminación y polvo.
Hay un área rebosada de libros (principalmente escolares), guardados en cajas ajadas y vetustas, que conspiran contra la salud.
Los textos están cuidados por un montón de telaraña, polilla y suciedad.
La biblioteca también carece de vigilancia nocturna, lo que pone en riesgo la seguridad del patrimonio cultural alojado allí.
La falta de ordenadores e Internet ha lesionado tanto la atracción del centro, que ahora solo lo están visitando unos pocos estudiantes, mientras antes la asistencia era de 10 a 15 por la mañana y de 20 a 25 por la tarde.
Sin embargo, no todo es descuido. Rosa Marte destaca que siempre hay energía eléctrica y agua, y resalta que los baños están limpios e impecables.
En el segundo nivel hay baños y oficinas, pero no están funcionando porque no se realizan actividades. Empero, la terraza puede ser habilitada para actos artísticos y culturales.