Bichara, ante puñalada trapera bolivariana

Bichara, ante puñalada trapera bolivariana

La impronta bolivariana expresada en la “revolución socialista del siglo XXI” acaba de asestarnos otra puñalada al negociar con Goldman Sachs la deuda dominicana con Petrocaribe: Más de US$4,000 millones de acreencias “solidarias” por estar en manos gubernamentales se pretenden transferir a exigentes acreedores privados inscritos en “ideologías que defienden… la especulación financiera” al decir del papa Francisco. Es como si deudas amistosas o familiares se transfirieran a prestamistas usureros.

Esa impronta había propinado una puñalada en 1821 cuando el “Libertador”, correspondiendo a causas haitianas, nos negó la protección de la Gran Colombia, abortando la independencia proclamada por Núñez de Cáceres.

Reconociéndole a los bolivarianos el derecho a negociar nuestra deuda, la solidaridad exige cortesía de informarnos. De no hacerlo, nos asestarían una puñalada por la espalda, trapera por arrastrar trapos financieros que nos permitía cubrirnos; aplicándosele la pregunta que formula Tomás Méndez en su ranchera homónima: “qué mal te hice”?

Esta puñalada debe valer para llevarnos a adoptar actitudes más previsoras y precautorias, cautelosas y vigilantes; habida cuenta la elevadísima dependencia al endeudamiento que han necesitado los gobiernos post balagueristas, determinando la hipoteca de la mitad de nuestra producción y rentas fiscales.

Vigilantes cautelosamente por si esta intención, junto a otras auspiciadas por el propio gobierno, desata movimientos voraginosos en los sensibles y nerviosos mercados internacionales de deuda al sustituirse nuestro principal acreedor gubernamental por acreedores privados dispuestos a coartar recursos frescos, fugar capitales y/o imponer, directamente o por interpósitas instituciones, ajustes a nuestras políticas que atenten contra nuestro desarrollo y estabilidad.

Previsores para que operaciones de este tipo no tomen de sorpresa a nuestras autoridades, que pueden instituir mecanismos adecuados de inteligencia económica, evitando que se produzcan aquellas que encarezcan o nos expongan a mayores riesgos de facturación usurera.

Y precautorios para que el posible acogotamiento de acreedores especulativos no estrangule nuestra economía; imposibilitándonos, más de lo que estamos, para encarar nuestras necesidades, urgencias y exigencias.

El camino expedito para ello no es otro que corregir la fiscalidad deficitaria que nos ha llevado a depender del endeudamiento.

Agotadas las vías tributarias recurridas vanamente durante los últimos 14 años, no queda otro camino que reducir gastos donde hay mucha tela donde cortar, como el subsidio eléctrico cuyo financiamiento solía argumentarse provenía del Petrocaribe trapero.

 

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