Acompañado por su esposa, Jill, el mandatario visitó las 21 cruces instaladas frente a la fachada de la escuela primaria Robb
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, trató de reconfortar este domingo a los familiares de las víctimas y los supervivientes de la masacre en una escuela de Uvalde, una localidad del sur de Texas devastada por la tragedia.
Acompañado por su esposa, Jill, el mandatario visitó las 21 cruces instaladas frente a la fachada de la escuela primaria Robb en memoria de los 19 niños y dos maestras asesinados el martes pasado en un aula, y luego asistió a una misa en una iglesia católica y bilingüe.
«¡Haga algo!”, le gritó alguien desde la calle cuando abandonaba la iglesia, y Biden respondió: “Lo haré».
Fueron sus únicas declaraciones públicas durante su estancia en Uvalde, donde se reunió en privado durante casi tres horas con varios familiares de los fallecidos y de los supervivientes, y luego se entrevistó también con agentes de seguridad, bomberos, psicólogos y paramédicos.
Empatía y duelo
En un vehemente discurso horas después del tiroteo del martes, Biden preguntó enfadado cuándo estará dispuesto Estados Unidos a enfrentarse a los grupos de presión que defienden las armas e instó a convertir “el dolor en acción».
Pero Uvalde es una población rural en Texas representada mayoritariamente por líderes conservadores, así que el presidente prefirió dejar el discurso del control de armas en Washington y llevar apenas su empatía a esta ciudad de mayoría hispana, donde muchos dieron la bienvenida a su visita.
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«Él es una persona que se preocupa por los demás”, dijo a Efe una señora que no quiso dar su nombre mientras esperaba para entrar a la misa a la que asistió Biden en la iglesia católica del Sagrado Corazón.
En la misma fila, Rubén Cárdenas confió en que el mandatario hablara “desde el corazón”, que ofreciera “consuelo a las familias» y que les diera garantías de que “no van a quedar en el olvido».
Cárdenas trabajaba con Joe García -quien murió esta semana de un ataque al corazón tras perder a su esposa, Irma, una de las maestras asesinadas en la masacre- y aseguró que nunca olvidará la sonrisa con la que su compañero lo saludaba cada día al llegar a la empresa.
“El mundo entero está profundamente triste y paralizado por lo que ha ocurrido a estos niños pequeños y a las maestras”, subrayó a Efe.
Unas 600 personas asistieron a la misa de mediodía en la iglesia del Sagrado Corazón, y muchos no se resistieron a tomar fotos del mandatario y la primera dama, a pesar de que los sacerdotes pidieron apagar los celulares durante el servicio.