.- Analizar porqué los partidos pequeños recibieron tan poco respaldo del electorado el pasado 15 de mayo será asunto de politólogos y otros interesados, entre los que hay que incluir, desde luego, a los dirigentes y militantes de esos partidos, pero también de opinantes y comentadores con ínfulas de “hacedores de opinión”, que para eso vivimos en democracia y podemos expresarnos con total libertad aunque no tengamos la razón. Pero en lo que se ponen de acuerdo, unos y otros, sobre las causas de que las propuestas de los candidatos de los llamado partidos minoritarios no resultaran atractivas para los electores, que han vuelto a decantarse hacia el bipartidismo, esa bajísima votación ha vuelto a poner sobre la mesa una vieja discusión. ¿Vale la pena invertir dinero de los contribuyentes en financiar partidos políticos con tan escasa representatividad, muchos de las cuales son el modus vivendi de políticos con vocación parasitaria cuyo único propósito en la vida es morir inscritos en el Presupuesto Nacional? ¿Por qué hay que pagar tan caros esos votos? Es evidente que si fuéramos a descalificar los aportes de esas organizaciones a la democracia dominicana no los podemos meter a todas en el mismo saco, pero también lo es que alguna forma hay que encontrar de regular su funcionamiento y eso solo puede hacerlo una buena Ley de Partidos, que sigue siendo la gran tarea pendiente de nuestra partidocracia. Pero en lo que esperamos lo que no acaba de llegar, es oportuno resaltar que de las elecciones del pasado domingo salió un nuevo miembro del nutrido club de los partidos chiquitos, donde parece que permanecerá –con todo y jacho– durante mucho tiempo: el PRD de Miguel Vargas.