¡Bienvenido a la realidad! Con esa cruel frase fui recibido en la redacción de este diario por algunos de mis compañeros, quienes a pesar del retintín que acompañó la expresión ignoran hasta dónde me resulta difícil reconectar con esa “dura y triste realidad” a la que tengo que enfrentarme al regresar de mis vacaciones. Y como debo, para ponerme al día y estar en capacidad de retomar esta columna, repasar a fondo periódicos y noticias para saber lo que ocurrió y dejó de ocurrir durante mi ausencia, pude ver desfilar ante mis ojos esa realidad como si se tratara de una vieja y conocida película que de tanto repetirse aburre, pues seguimos empantanados en los mismos problemas que los políticos están prometiendo resolver desde que pasamos de dictadura a democracia hace ya mas de medio siglo. ¿Cómo no bostezar de aburrimiento al ver a la Policía matando delincuentes en falsos intercambios de disparos mientras la delincuencia crece, crece y crece como los espaguetis aquellos? ¿O al comprobar que los partidos políticos continúan culpándose unos a otros de la no aprobación de una ley que los regule? ¿A quién le extraña que reine un “clima de absoluta impunidad” que favorece a los corruptos, según palabras de la fiscal del Distrito Nacional Yenni Berenice Reynoso? ¿Puede alegarse sorpresa frente a la decisión del presidente Danilo Medina de abrirle una brecha a la maldita reelección? ¿O al contemplar a un Congreso narigoneado de manera vergonzosa por el Comité Político a propósito de loma Miranda y el fallido intento de convertirla en Parque Nacional? Aún así, esa puesta al día me permitió también darme cuenta de que no todo está perdido en este empantanado país, como puso en evidencia la jueza del Tribunal de Tierras Alba Beard Marcos, quien se casó con la gloria al ordenar que se devuelvan al Estado dominicano las tierras de Bahía de las Aguilas que de manera fraudulenta fueron a parar a las rapaces manos de ciertos particulares.