Bienvenido Alvarez Vega – Frank tiene razón, otra vez

Bienvenido Alvarez Vega – Frank tiene razón, otra vez

Frank Rainieri, sin quizás el más exitoso de los empresarios turísticos dominicanos, volvió a repetir este fin de semana una afirmación que él ha reiterado en múltiples ocasiones y que es una verdad como un templo: la comunidad política de la República Dominicana no entiende, no comprende, la importancia que el turismo tiene para la economía y para la sociedad.

Yo vuelvo a solidarizarme con este enfoque y digo un poquito más: no creo que el gran liderazgo de los partidos tenga interés en detenerse a valorar el peso y el sentido del turismo para los dominicanos, como actividad económica y como actividad cultural.

Se trata de una paradoja que, como toda paradoja, provoca extrañeza. Por una razón elemental: si hay una actividad social o económica en la República Dominicana que no necesita demostrar su dimensión, su importancia y su beneficio para el país, porque es harto evidente, es el turismo.

En la prensa encontramos huellas de quienes ya en los años cincuenta creían que el turismo sería una actividad comercial importante. Pero Son Diógenes Fernández, desde el Banco Central, y Angel Miolán, desde la entonces Dirección de Turismo, quienes impulsaron, con visión quijotesca, el turismo como una futura fuente de desarrollo económico y social para el país. Estamos hablando de los comienzos mismos de la llamada gestión de los 12 años, en 1966.

La historia posterior todos la conocemos y la realidad está frente a nosotros, próspera y reluciente, con un presente extraordinario y con un futuro más extraordinario todavía.

Hay que decir, para no faltar a la historia, que la administración

de los doce años del doctor Joaquín Balaguer sentó las bases para el desarrollo turístico. Creó condiciones y facilidades fiscales, arancelarias y crediticias para el desarrollo de hoteles, restoranes y aeropuertos. También hizo posible la adquisición de terrenos a precios cómodos, terrenos de excelentes condiciones para levantar hoteles.

La historia del empresario Frank Rainieri es otra. Porque tuvo que trabajar prácticamente con las uñas, como decimos los dominicanos, en tierras hermosas pero preñadas de breñales, de mosquitos que parecían elefantes y donde en vez de caminos había trillos. Además, sin respaldo gubernamental y con una decisión oficial que había hecho de Puerto Plata el principal y único polo turístico del país, contrariando las conclusiones del primer estudio de la OEA sobre las perspectivas del turismo en la República Dominicana.

Hoy toda la zona del Este profundo es, para decirlo con bravísimas palabras, el centro del turismo dominicano. Quien lo dude, que apele a las cifras y a los hechos.

Volvamos al principio. Frank Rainieri tiene, como decíamos, sobradísimas razones para decir que los políticos dominicanos no tienen mayor interés en el turismo. Y también tiene autoridad para hacer esta afirmación.

Los gobiernos no han querido trabajar para desarrollar las zonas donde están enclavados los llamados polos turísticos. Los que hoy están más elegantes, más atractivos y son los más buscados y receptores de turistas son aquellos cuyos propietarios y administradores han tenido que financiar prácticamente todo.

Los políticos gastan horas y horas, días, semanas, meses y años en reuniones, discusiones, seminarios, talleres y otros actos en la definición de cómo llegar al poder o como mantenerse arriba. Pero dedican pocas horas, días, semanas, meses y años a considerar el desarrollo de la nación.

Porque para los políticos dominicanos cuanto interesa es el poder en sí mismo, por las gratificaciones económicas, sociales y emocionales que aporta. No son, contrario a lo que alguna gente cree, trabajadores del desarrollo nacional, de las regiones, de las provincias y de los municipios. Buscan votos y buscan jerarquía, pero no buscan el progreso y el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas.

Ellos me dirán que no es así, que yo exagero. Es comprensible que ellos reaccionen de este modo. Tienen que defender lo que hacen, porque es bastante rentable.

Los gobiernos debieran tener siempre las manos extendidas al turismo en general. Porque sin turismo no hay país. Más de tres mil millones de dólares por año, más de 200 mil empleos directos, alto consumo de productos de fabricación y producción nativa, influjo cultural importante, visibilidad del país en el exterior, aportes fiscales y sostén del equilibrio social y económico de la nación.

Si nuestros políticos son incapaces de comprender el valor y la importancia de atender de manera exquisita una actividad económica que haga estos aportes, entonces la conclusión es sencilla: necesitamos otro tipo de políticos.

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