Bienvenido Brens y Luis Kalaff

<p>Bienvenido Brens y Luis Kalaff</p>

MANUEL MORA SERRANO
En una misma semana fui testigo de dos acontecimientos contrapuestos. El martes 16 el Banco de Reservas rindió un homenaje a Luis Kalaff poniendo en circulación un disco contentivo de composiciones suyas en voces nacionales e internacionales y el miércoles 17 en la noche cerró sus ojos el gran compañero suyo Bienvenido Brens.

Para nosotros los pimenteleños ese par de músicos han constituido nuestro mayor orgullo. Ambos han sido excelentes guitarristas y compositores con fama internacional bien ganada.

Kalaff ha contado sus inicios desde que era un muchacho aprendiz de carpintero haciendo su primera guitarra. Brensito (como en mi pueblo llamamos a Bienvenido hijo) al igual que su padre de igual nombre, de su tío Fano y de muchos parientes oriundos de La Vega, llegaron al Barbero de las leyendas con sus hijos y allá se quedaron construyendo la mayoría de las casas y los tanques para el agua lluvia de nuestro pueblo y lugares aledaños.

Recuerdo a su padre, un venerable señor que cantaba con una voz dulce y que ya octogenario solía dar serenatas a sus amistades.

De Luis Kalaff y de Bienvenido Brens hijo recuerdo una visita a mi padre que era oriundo de Bánica para que les dijera dónde podía conseguir letras y ritmos tradicionales de carabiné y mangulina. Ese fue un rescate de nuestro folklore que el país no tiene con qué pagarles.

Autores de salves y merengues, de boleros y canciones que hemos cantado generaciones y generaciones, sus nombres están inscritos por derecho propio en un lugar señero de nuestro arte popular. Una vez, cuando ya habían conformado el Trío Alegres Dominicanos con Pablo Molina, se aparecieron en Pimentel con Héctor J. Díaz y se pasaron una semana en una sola parranda en el Hotel Broadway de Troy Álvarez, y dejaron una estela de romanticismo que recogieron los bohemios locales y que alimentó leyendas como cuando Petán Trujillo llevó a Eva Garza con un marichai mejicano al Club Pimentel.

Ambos cultores de la canción vienen de hogares humildes y con sus guitarras formaron familias. Bienvenido menos bohemio, más de su hogar y Luis Kalaff obligado a beber por los dos y a realizar las aventuras románticas que aparecen en sus canciones que aún a sus noventa años mantiene el mismo espíritu. Bienvenido, estuvo postrado desde hace dos años recluido en su hogar.

Ahora se han separado, pero tanto su ejemplo de devoción a la música como sus trayectorias de triunfos han servido para que generaciones de pimenteleños hayan querido seguir su ejemplo. El culto a la guitarra y a la canción han sido y son signos indelebles de esa herencia bohemia que distinguirá a nuestro pueblo para siempre.

Algún día caminaremos por las calles que lleven sus nombres y alguna vez en una de las plazas se erigirán las estatuas que merecen y que tanto regateamos a las glorias nacionales.

Por eso, ante el tránsito de Bienvenido y el regreso a Estados Unidos del andariego impenitente que es Luis Kalaff, que nunca sabe dónde tendrá la noche siguiente su cabeza en una almohada, a uno vamos a desearle la paz eterna y al otro muchos años de afanes y creaciones.

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