Bienvenido, Daniel

Bienvenido, Daniel

“Sé de hombres y mujeres, magníficas personas, que de repente se encuentran desamparados, vacíos, sumergidos en la duda, en la incertidumbre, en la soledad, perdidos, enloquecidos. Lo que los inspiró y condujo por la vida, el ideal de justicia y belleza por el cual tantos sufrieron persecuciones y violencia, exilio, cárcel y tortura, y otros muchos fueron asesinados, se transformó en humo, en nada, en algo sin valor, apenas fue mentira e ilusión, mísero engaño, ignominia”. Jorge Amado

POR GRACIELA AZCÁRATE
El sábado 3 de diciembre cumplí 58 años y como la canción “de repente me puse a pensar en lo que hemos vivido”.

Lo digo y lo pienso releyendo a Margaret Randall, a Zoila América Narváez, pensando en los años vividos, las experiencias, la historia que quedó atrás.

En la celebración de estos 58 años que siento privilegiados hice eso que dicen los astrólogos que es el resumen de ese momento estelar y único que es el nacimiento.

Me gusta todo lo que pasó, me apruebo y me alegro de lo vivido, con sus penas y alegrías, con aciertos y errores, con épocas doradas y oscuros pasajes de transformación.

 Me gusta todo de estos 58 años. Si me dijeran qué quiero cambiar diría que nada. Por eso cuando releí el artículo que dediqué a Zoila América y recordé aquella década de los  ochenta en Nicaragua,  en una apresto feminista me pregunté: ¿ qué se dirá a sí mismo Daniel Ortega, cómo celebró sus sesenta años, el pasado 11 de noviembre, qué le dice su conciencia si es que la tiene?

¿Se atreve a celebrar sus sesenta años, se canta a sí mismo como Walt Witman o la conciencia de su felonía no lo deja dormir en paz?

Y reviví a la Margaret Randall de aquellos años, con su pelo largo, canoso, sus faldas gitanas y aquel aire de hippie norteamericana de los sesenta, tan bien descrita por Gioconda Belli, pero sobre todo rememoro el ambiente de aquella revolución que escondía en sus entrañas el demonio que la devoró.

El machismo, la doble moral, la hipocresía de sus dirigentes, la impunidad y sobre todo el abuso de poder.

Conocí  personalmente a toda esa gente que ahora Zoila América cita, menciona y denuncia. Es más, haciendo memoria ahora entiendo unas conversaciones crípticas, donde Lisandro Chávez Alfaro, en ese momento Director de la Biblioteca Nacional,  gran escritor y cuentista, amigo muy cercano de Rosario Murillo comentaba en voz baja que algo terrible pasaba en lo interno de la pareja de Daniel  y Rosario.  Pero que ella estaba decidida a cualquier cosa con tal de mantener la relación y a seguir en la cúspide del poder. Confieso que no medí el alcance de aquella confesión y fui superficial en mi juicio.

Como en aquella época la izquierda hacía turismo revolucionario, muchas supuestas militantes e intelectuales extranjeras llegaban en plan de viaje de descubrimiento sexual, y tirarse a un guerrillero o ser unjidas por el polvo glorioso de cualquier comandante de la revolución era el premio que otorgaba el viaje a la Meca de la revolución sandinista. Los comandantes vivían una aventura permanente y se despachaban un serrallo de extranjeras que buscaban ser bendecidas por un encuentro fugaz con un macho nicaraguense.  Pensé que el drama en la pareja del comandante y la poetisa era una tercera en discordia.

Había de todo, desde gente comprometida y trabajadora, internacionalistas consecuentes, otros superficiales y muchísimos oportunistas de izquierda.

Gente que como la Randall lo sabían y se callaron creyendo que con eso ayudaban a defender la revolución y que tardó veinte años en confesar que se avergonzaba de su silencio.

Había otras que como yo  ignoraron por completo lo sucedido porque los mismos militantes y cuadros importantes del sandinismo cerraron filas en torno a Daniel Ortega y a Rosario Murillo, y tendieron un manto de silencio cómplice.

En definitiva, y ahora tomo conciencia celebraron una especie de  “omertᔠa la siciliana.  Los hombres hicieron un pacto de silencio machista y proclamaron el derecho de pernada.

 Las mujeres, como la madre se pusieron del lado del poder patriarcal y su  pasión patológica  por el poder  condenó a Zoila América a ser  una Ifigenia del siglo XX.

En el caso de Rosario Murillo la falta es triple  porque  traicionó el ser mujer, traicionó a su hija entregándola al amante verdugo y como dirigente revolucionaria traicionó la ética del sandinismo auténtico.

Y como una no puede negar que tiene “una novelera” en sus venas, y como mi imaginación es siempre frondosa a pesar de los años transcurridos, como la canción me puse a pensar en el resumen de vida que se debe haber hecho Daniel  Ortega al cumplir sesenta años.

¿Qué habrá pensado, qué celebró, y si tiene un poco de decencia qué cargos se habrá hecho el pasado 11 de noviembre del 2005, en  que cumplió sesenta años?

Y a propósito de él, de lo que hizo de su vida recordé dos cuentos magistrales que se ajustan como un guante a este final de verguenza.  De Lisandro Chavez Alfaro el que se titula “El perro, y de Juan Carlos Onetti “ Bienvenido, Bob”. Los dos auguran y relatan lo que puede pasar en una  vida cuando de la promesa de futuro de un joven puro y transparente llegas al mundo adulto,  gris de  renuncia y envilecimiento. Porque Daniel Ortega no siempre fue el Comandante de una revolución triunfante y por diez años el presidente de un país emblemático.

Quién es José Daniel Ortega Saavedra

José Daniel Ortega Saavedra nació el 11 de noviembre de 1945, en el pueblo La Libertad, del departamento de Chontales, en Nicaragua. Pertenecía a una familia humilde que había luchado en la guerrilla revolucionaria de Augusto César Sandino contra las tropas norteamericanas de ocupación, y luego contra el Gobierno derechista de Anastasio Somoza García. Eran tan pobres y  las carencias sanitarias del entorno  de tal índole que dos de sus hermanos murieron muy pequeños.

A los 15 años se inició en las actividades políticas en la Juventud Patriótica Nicaragüense, y fue expulsado de la escuela local, teniendo que marchar a Managua para ganarse la vida. Allí reanudó sus estudios en el Instituto Pedagógico, regido por religiosos, y en el Colegio Maestro Gabriel. En 1962 inició la carrera de Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua.

Poco después abandonó las aulas para entrar a la política e  ingresó al clandestino Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), organización político-militar fundada en 1961, por Tomás Borge Martínez, Silvio Mayorga Delgado  y Carlos Fonseca Amador en memoria del líder asesinado en 1934. Una de las primeras actuaciones destacadas del joven fue la puesta en circulación del periódico El Estudiante como el órgano de prensa del Frente Estudiantil Revolucionario (FER). Convertido en estrecho colaborador de Fonseca, Ortega recibió del FSLN la encomienda de organizar unos Comités Cívicos Populares de resistencia a la dictadura somocista, así como comandos armados para librar acciones de guerrilla urbana, como sabotajes y el robo de bancos para incautarse de fondos. En 1965 Ortega, convertido en comandante con apenas 20 años, fue promovido a miembro de la Dirección Nacional (DN) del FSLN, desde el año siguiente con responsabilidad sobre el denominado Frente Interno.

En 1967, el año en que ascendió a la Presidencia de la República Anastasio (Tachito) Somoza Debayle, hijo de Somoza García, Ortega cayó en manos de la Guardia Nacional Estuvo preso durante siete años en los que padeció todo tipo de vejaciones y torturas, así como largos períodos de incomunicación en celdas de castigo.

En 1974 fue canjeado por los rehenes, colaboradores directos de Somoza y junto a  los    camaradas liberados se refugió en Cuba. Regresó en 1975, y encontró el  movimiento dividido en tres facciones.

La tendencia Tercerista o Insurreccional,  corriente donde  militaban importantes comandantes como el famoso Edén Pastora, era la mayoritaria, y a ella se integraron Ortega y su hermano menor, Humberto. El trabajo de los hermanos Ortega en el terreno militar y político resultó determinante para la recomposición de la unidad del FSLN en aras de la ofensiva final contra Somoza y la toma del poder.

El 17 de julio de 1979 Somoza huyó del país y dos días después la guerra civil tocó a su fin con la entrada triunfal de las columnas sandinistas en Managua. La Junta General de Reconstrucción Nacional  llegó desde Costa Rica a la ciudad de León el día 18 y asumió el poder con su instalación en la capital el 20.

En la Junta a Daniel Ortega lo flanqueaban Sergio Ramírez Mercado, Moisés Hassán Morales, el empresario liberal Luis Alfonso Robelo Callejas y Violeta Barrios de Chamorro, viuda del periodista y político opositor  asesinado en 1978, Pedro Joaquín Chamorro.

Desde  aquel 19 de julio de 1979 ha corrido mucha agua, mucha historia.  Aquellos personajes adolescentes, como en el cuento de Onetti  que venían del mundo de los ideales  y la pureza, son bienvenidos al mundo del adulto envilecido y claudicante.  Como  una voz del más allá, el 11 de noviembre, Daniel Ortega debe haber escuchado como en el cuento de Onetti un: “Bienvenido Daniel”  y como en el cuento de Lisandro Chávez Alfaro la soga se meció anunciando la horca que purga la traición .

La ficción  le repetía: “Bienvenido a la ribera de estos sesenta años que te atan irrevocables a una deuda impagable porque larga e impagable es la traición”.

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