El grave problema del subdesarrollo económico y social es que cede tardíamente el paso a la modernidad, o jamás la permite. La pobreza y la mediocridad retrasan el crecimiento y mientras los países desarrollados están volteando las páginas de su historia hacia estadios de bienestar y tecnológicos superiores, naciones como la nuestra apenas empiezan a hacer lo que nunca habían hecho: construir los fundamentos del progreso.
Tarde llegamos a la seguridad social; tardíamente a la alfabetización de adultos y a destinar el 5% del PIB para la educación pública; tarde estamos solucionando el déficit eléctrico y, bastante demorados, comienza a perfilarse la clave para la solución definitiva de caótico transporte nacional: el Metro. Para arribar a esta meta ha sido indispensable la visión profunda de dos gobiernos y dos gobernantes. Cuando Leonel Fernández y su Ministro de Obras, Diandino Peña, propusieron la construcción del Metro de Santo Domingo, parecía un insulto a la “inteligencia” del dominicano, pero la primera línea del Metro se hizo realidad; cuando el Presidente Danilo Medina decidió extender ese megaproyecto hacia la zona oriental, desoyó insinuaciones políticas perversas para que, en retaliación, descontinuase la misma.
Medina, mostrando su alta concepción del desarrollo humano, acaba de inaugurar la “Línea 2B del Metro que enlaza al Distrito Nacional y el Municipio Santo Domingo Este, que tiene la densidad poblacional más alta del país. Se trata de una obra que facilitará el tránsito a los residentes de populosos sectores como Los Mina, Gualey, Guachupita, con estaciones en la avenida Venezuela, Fernández de Navarrete, calle Trina de Moya y la antigua carretera Mella. Beneficiara a más de 3 millones de personas.
Medina, favorito para ganar la elección del próximo domingo, tiene que proseguir más allá el Metro de Santo Domingo, pues ya es un reclamo nacional.