¡Bienvenidos al debate!

¡Bienvenidos al debate!

Guido Gómez Mazara

¡Bienvenidos al debate!. La sociedad requiere un debate político responsable y cargado de ideas. Lamentablemente, la sensación alrededor de la lucha partidaria y/o disenso en el orden económico y social, dista mucho de lo que se merece la ciudadanía. El PLD nació cargado de una visión que, por la naturaleza de su fundador, prometía conducir por los senderos de la elaboración conceptuosa la competencia electoral.

Los dirigentes que les tocó sustituir a Juan Bosch tenían de ventaja, la valoración intelectual de su maestro. De arrancada, un político de sus condiciones sembró en amplios sectores de la vida nacional el criterio de que el conocimiento pleno de las ideas políticas eran patrimonio exclusivo de la organización construida en diciembre de 1973. Además, ayudaban al PLD los jóvenes profesionales y legendarios profesores universitarios que dejaron el PRD, entre otras cosas, porque la franja popular se quedaba con José Francisco Peña Gómez.

En la rendición de cuentas del jefe de Gobierno, el correcto ejercicio de cuestionamiento muy propio y necesario en un sistema plural, abrió las compuertas para que las discrepancias tengan en el enfrentamiento de las ideas, la inagotable fuente del debate requerido en el siglo 21. Así se levanta el nivel de la clase política y avanzamos como país. Ahora bien, también se posibilita que la ciudadanía pueda certificar los niveles de coherencia de sus dirigentes y la fatal manía de acomodar criterios alrededor de conveniencias coyunturales.

Un PLD con voceros de la nueva generación de dirigentes tiene de atractivo el sentido del relevo, casi siempre, impulsado por situaciones excepcionales y no como resultado de una visión racional. Y en el caso específico, la sustitución en el esquema de ataques y cuestionamientos a la postura oficial retrata el reconocimiento de que, la vieja ola de figuras partidarias, están contra las cuerdas respecto de sus niveles de credibilidad y la organización los esconde por aquello de que la efectividad del mensaje depende del mensajero.

Aplaudir la acción política de “esconderlos” nos remite al reordenamiento que se experimenta en una sociedad, cada día más exigente con el dominio temático de los miembros de su clase gobernante y afanada por requerir la consistencia entre lo que se dice y el comportamiento. Al Gobierno le hace bien el ejercicio de crítica opositora porque contribuye en la mejoría de la gestión y los funcionarios saben perfectamente que sus actuaciones están siendo observadas. Lo que no puede quedarse en el silencio reside en la olímpica argumentación proveniente de labios de sectores desplazados del poder que, postulan intensamente sus ideas, presumiendo insospechados niveles de olvido en la ciudadanía.