Biocombustibles

Biocombustibles

POR PEDRO GIL ITURBIDES
En el último día de marzo, Luiz Ignacio -Lula- Da Silva, firmó un acuerdo con su colega George W. Bush que involucra a la República Dominicana. Ustedes, lectores asiduos de noticias en nuestros diarios, conocen los pormenores. Y pese a las críticas recibidas por el objeto de este acuerdo, el de producir etanol para utilizar como combustible, saludamos la iniciativa de los mandatarios de los Estados Unidos del Brasil y los Estados Unidos de Norteamérica.

Compartimos el punto de vista del mandatario brasileño, quien prevé que un programa de esta naturaleza impulsará el desarrollo en los países de la región.

Recordemos que no sólo brasileños y estadounidenses se han comprometido en este convenio. La idea es involucrar a la gente de Haití, a los salvadoreños, y a las pequeñas islas de Saint Kits y Nevis. Y por supuesto, a nosotros. El hecho de que en sus conversaciones ambos pensasen en Haití, es alentador en grado sumo.

Hemos de advertir que para brasileños y estadounidenses el asunto es puro negocio. Ni por un instante pensemos que en lo más recóndito del alma de estos hombres de Estado se ha movido el gusanillo de la solidaridad. Cumplirán ese objetivo como parte de una actividad en la que se crearán empleos y rodarán recursos en las economías participantes. Pero cada inversionista dedicado a sembrar caña en la República Dominicana, o en cualesquiera de los otros países, querrá contemplar cómo crece su fortuna al ritmo de la ola de los biocombustibles.

Me agradaría que no piensen únicamente en el etanol. Destilado este tipo de alcohol de la fructuosa, lo mismo se aprovecha como combustible que en la preparación de bebidas ingeribles por el ser humano. Pero los usos como alcohol destinado a mezclar con derivados de petróleo, sobre todo gasolina, es la meta del proyecto que reunió a Da Silva y a Bush.

Fidel Castro y Hugo Chávez coliden con esta iniciativa. Se quejan por la pérdida de granos y cañas de azúcar, en un esfuerzo de transformación industrial para su combustión. Piensan que estas siembras deben tener como fin el alimentar una humanidad hambrienta, lo cual todos admitimos. Sobre todo, porque la inanición es propia de naciones como las nuestras, y ese mal cunde en el mismo Brasil. Aún cuando los brasileños disfrutan de la economía más floreciente de la región, tienen gran población que sufre hambre. Pese a ese punto de vista pensemos en los haitianos, por ejemplo. Tierra con suelos agostados, Haití necesita que nos dediquemos a la reconstrucción de una capa vegetal perdida con siglos de inmisericorde explotación. Estos sembradíos de caña no serán los más adecuados para esa reparación de los suelos. Pero si la visión del haitiano sobre su propio país puede modificarse a partir de este esfuerzo, ¡bendito sea el esfuerzo! Y en ello piensa Da Silva, cuando, sin entrar en inútil polémica con sus amigos Castro y Chávez, se pronuncia diciendo que esto será un instrumento para el progreso.

Pienso que Haití requiere una repoblación forestal de cierta perennidad, que pueda aprovecharse para alimentar suelo y subsuelo. Pero como bien dice una expresión popular, a falta de pan, casabe. Y si este casabe contribuye a que los ingresos fomenten la fe de los nativos de Haití en su propio país, ello es muy plausible.

Con nosotros ocurre algo diferente. Con el proyecto podríamos revivir una industria a la que mataron los políticos corrompidos. Aunque el azúcar de caña no tenga futuro recomendable, siempre será necesaria. Y del güarapo que saquemos antes de llegar a ella, estaremos produciendo este alcohol que, de pronto, parece alcanzar una importancia extrema, en la medida en que suben los precios del petróleo y Chávez le hincha las penas a los estadounidenses. Por supuesto, con suelos como los del suroeste, bien podríamos insistir en la higuereta, sea la nuestra o la brasileña.

Después de todo, de ella también puede sacarse biocombustible, un tipo que puede aprovecharse en combinación con el gasoil o en sustitución de éste. Al último, ya algunos ecologistas abrazados a la modernidad y los snobismos están bautizando como biogasóleo. Quiera Dios, por consiguiente, que los inversionistas piensen no solamente en el etanol sino en esta otra fórmula que chín a chín puede contribuir a que disminuyan los focos de contaminación atmosférica.

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