Bipolaridad política

Bipolaridad política

Cuentan que la hija de Júpiter tenía de costumbre lanzar en el vino una droga contra la cólera y la depresión porque hacía olvidar todos los males. Era a Helena, que se le atribuía la enorme capacidad de conseguir el no llorar ni una sola lágrima, aunque ante ella morían sus padres, se degollaba a su hermano o decapitaban a su mismo hijo. La cita es de Homero, Odisea, canto 4. Ese pasaje llegó a mí después de escuchar los planteamientos sobre la necesidad de aprobar la ley de partidos y la ley electoral.
Ese ejercicio de cinismo y bipolaridad política provocó que la ciudad de Santo Domingo fuera testigo de una reunión de la Internacional Socialista donde el presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado, señaló sobre las “deficiencias del sistema de partidos” y se subió en el carro del argumento oficial respecto de la necesidad de, pasadas las elecciones, sean aprobadas piezas legislativas con años en el Congreso. Inconsistencia argumental, no?
Una de las lamentables características de exponentes de nuestra clase política reside en su enorme capacidad para desdecirse, patear argumentos y traicionar principios esenciales. Incluso, la figura central del evento, Luis Ayala, ocupa la jefatura de la Internacional Socialista hace más de treinta años, lo que es una clara manifestación de la dualidad en el comportamiento democrático de instancias llamadas a promover valores políticos barridos por comportamientos autoritarios.
Tanto aquí como en el exterior, las organizaciones democráticas han sido penetradas por cúpulas directivas que administran procesos distantes del compromiso ideológico y programático donde lo importante son los “resultados” y la capacidad de preservar cuotas de poder para las conocidas piñatas que sirven de materia prima del descrédito y la urgencia de edificar nuevas opciones en la que los ciudadanos sientan mayor empatía.
En el país la gente sabe que la gran resistencia para la aprobación de la ley electoral y la de partidos es el resultado de obstáculos surgidos desde el mismo corazón de la partidocracia, incapaz de someterse al escrutinio ni a rendir cuentas debido a la red de trapacerías desarrolladas hacia lo interno que garantizan repartos vergonzosos. Por eso, el uso politiquero en tiempos electorales porque saben los niveles de indignación ciudadana.
Escuchar en labios de Vargas Maldonado su “compromiso” con la ley electoral y de partidos es reproducir el gesto de Helena descrito en la parte inicial del artículo. ¿Acaso no ha sido su gestión al frente del PRD una clara manifestación de comportamientos antidemocráticos donde los disidentes son perseguidos, los fondos se manejan sin transparencia, el sentido opositor despareció, se lanzan tiros contra la disidencia interna, los cargos institucionales se “reparten” con un criterio personal y los procesos de formación han desaparecido?
Es innegable que el PLD hace una interpretación acomodaticia de la realidad congresual y sus obstáculos para aprobar un ordenamiento electoral resultan de la sed por controlar las organizaciones “opositoras” mediante una orquestación de la formalidad institucional donde nada se puede hacer que afecte la agenda del partido oficial. Y eso ha sido catastrófico. Inclusive, las deficiencias atribuidas en el pasado a otras organizaciones terminaron desacreditando la dinámica del partido morado y creando las bases de la afectación de todo el sistema de partidos tradicionales.

Llegarán los resultados electorales del 15 de mayo. Ahora bien, vencidos y vencedores deben tener plena conciencia de allanar los caminos para una concertación sincera, inteligente y capaz de devolverle niveles de credibilidad a los partidos políticos. Y es que en el país no es lo mejor lo que orienta el funcionamiento de las organizaciones.

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