Bitácora de una estadía en Madrid. La esclavitud y la raza a examen. 4

Bitácora de una estadía en Madrid. La esclavitud y la raza a examen. 4

Lamento esclavo

Letra: Aurelio Riancho
Música: Eliseo Grenet

Cautivo estoy, negro nací.
Esclavo soy, soy lucumí.
Esclavo soy, negro nací.
Negro es mi color
y negra es mi suerte.
Pobre de mi, sufriendo voy
este cruel dolor
ay! hasta la muerte.
Soy lucumí cautivo,
sin la libertad no vivo
que los negros libres
un día serán.

Ay! mi negra pancha
vamos a bailar,
que los negros libres
un día serán.
Esclavo soy, negro nací.
Negro es mi color
y negra es mi suerte.
Pobre de mí, sufriendo voy
este cruel dolor
ay! hasta la muerte.
Soy lucumí cautivo,
sin la libertad no vivo
que los negros libres
un día serán.
¡Ay! mi negra pancha
vamos a bailar,
que los negros libres
un día serán
La importancia de categorías y conceptos como raza y etnicidad reside en que a través de la historia y hasta nuestros días, rasgos físicos y biológicos como el color de la piel, el grupo de sangre o, de otro lado, la cultura a la cual se pertenece, son causa de desigualdad, discriminación y dominación de un grupo que se autodefine como superior o con mejores y más legítimos derechos que aquellos a los que se desvaloriza y excluye. Junto con ese género y clase, raza y etnicidad generan verdaderos sistemas y mecanismos culturales, sociales e incluso institucionales de dominación a través de los cuales se impide el acceso equitativo de grandes grupos humanos a los frutos del desarrollo económico. Mientras la raza se asocia a distinciones biológicas atribuidas a genotipos y fenotipos, especialmente con relación al color de la piel, la etnicidad se vincula a factores de orden cultural, si bien con frecuencia ambas categorías son difícilmente separables.
En el marco del proyecto Connected World, administrado por la historiadora y amiga Consuelo Naranjo Orovio, del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSCI), se celebró durante los días 17, 18 y 19 de junio 2019, en las modernas instalaciones del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades, al cual pertenece el Instituto,un seminario titulado “Esclavitud y raza en el mundo Atlántico”. El evento fue co-auspiciado por el Instituto de Investigación Afro-Latinoamericano de la Universidad de Harvard. Junto a la doctora Naranjo, coordinaron también Alejandro de la Fuente y Marial Iglesias Utset.
Especialistas de diferentes latitudes se dieron cita al evento. Investigadores provenientes de Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos, Cuba, España, Alemania, República Dominicana, Francia, Italia, Argentina, Colombia, solo para mencionar algunos países. Durante esos tres días, se ofrecieron 11 mesas de trabajo que iban desde el precio del esclavo, se trató la nueva esclavitud a mediados del siglo XIX, las voces de los capuchinos que se levantaron para defender la humanidad de los esclavos, hasta el pensamiento justificativo de algunos esclavistas que argumentaban que los negros venían de los monos y por tanto eran casi animales. Los tres días fueron intensos, muy intensos. Comenzábamos a las 9:30 de la mañana y terminábamos a las 7 de la noche.
La oportunidad de compartir con colegas, de escuchar hacia dónde van las ideas y pensamientos en las diferentes universidades de Europa y América Latina, te permite evaluar, repensar, aprender, discutir, cuestionar y autocriticarte de las cosas que estás pensando, estudiando e investigando.
La conferencia magistral de inauguración estuvo a cargo de Alejandro de la Fuente. Presentó un estudio comparativo de la esclavitud en varios estados de los Estados Unidos y Cuba. Un elemento que me llamó la atención de esa disertación fue sin duda el hecho de que Virginia, un símbolo de la lucha por la libertad, era, sin embargo, un lugar donde el esclavo liberado no tenía espacio alguno. Los datos ofrecidos fueron demoledores, rompiendo el imaginario extendido de la idea liberal que uno presumía que existía en ese estado.
La Conferencia Magistral de Cierre estuvo a cargo de José Piqueras, investigador de Castellón, de la Universidad de Jaume I. El consagrado investigador hace un balance de las ideas expandidas acerca de la esclavitud en América. Lo primero que establece es una diferencia entre los sistemas esclavistas de Europa, siglos antes de la conquista y colonización en el llamado nuevo mundo; así como los sistemas de dominación y control existentes, también esclavistas, en Asia y el Medio Oriente, porque en estos lugares median otros factores culturales y religiosos.
Otra aseveración que Piqueras hizo fue que después de proclamada la abolición de la esclavitud en las primeras décadas del siglo XIX, la trata de negros esclavos no solo prosiguió, sino que fue en aumento. Este hecho, afirma, no era contradictorio con la llegada de los culíes a Cuba, por ejemplo, y a otros lugares del Caribe insular. El caso cubano es singular. Nos mostró cómo a mediados del siglo XIX la llegada de esclavos negros había aumentado, y su presencia estaba acompañada con los culíes chinos. Esta afirmación enfrenta directamente a la idea muy socorrida de que los culíes chinos habían sustituido la mano de obra negra. Ambos llegaron y se complementaron. Fueron dos formas distintas de contratación que se complementaban. A ese proceso es que se le llama Segunda Esclavitud.
Me llamó positivamente la atención la ponencia de Rebeca Moreno, de Washington College de Maryland, quien expuso un trabajo interesantísimo sobre dos sacerdotes capuchinos que desarrollaron toda una teoría sobre el esclavo, con el elemento clave de que ellos eran seres humanos y por tanto debían ser tratados con respeto. Estas ideas contrastan con las ideas de Las Casas y Montesinos, porque si bien ambos abogaban por un cese al maltrato y a los vejámenes a los esclavos, no los concebían como sus iguales.
Otras ponencias abordaron sobre la mortalidad en la comunidad esclava. Muy pocas personas podían superar los 50 años, la mayoría moría muy poco después de cumplir los cuarenta años. Uno de los estudios que se presentó fue una tesis sobre las causas de la mortalidad de los esclavos en Cuba, y como podemos imaginarnos, la mayoría moría por desnutrición y enfermedades infecciosas. Todo esto por las condiciones de insalubridad y mala alimentación.
Hubo una gran discusión con la ponencia de un brasileño, pues él planteaba que en ese inmenso país llamado Brasil se estaba dando el fenómeno de una nueva esclavitud. La discusión vino porque eran trabajadores asalariados. Yo misma lo enfrenté diciendo que históricamente el esclavo no es asalariado, y tampoco eran dueños de su vida por la falta de libertad. Y, que en el caso que él señalaba, aunque eran trabajadores que hacían su labor en condiciones deplorables, hacían su labor por un salario y tenían la opción de quedarse o irse. La discusión fue inmensa. No se pudo llegar a ningún acuerdo, pero sí hubo un diálogo interesante. El tema quedó en el tapete.
Aunque cansada, los tres dominicanos que tuvimos la dicha de participar en el evento, nos sentimos felices de haber podido disfrutar de un diálogo entre pares con temas tan importantes como actuales.

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