Blackout

Blackout

Me bañaba en la playa de Juan Dolio a eso de las 11:00 a.m. del pasado domingo. Al regresar a la casa donde me hospedaba y después de refrescarme con agua de la ducha, me senté en la terraza con mi familia a esperar el almuerzo. Pero durante una conversación amena y en forma repentina, se desconectaron los cables de la batería que llevan energía a mi cerebro.

¿Qué pasó en ese tiempo desconectado? Según mi esposa, yo dije lo siguiente “tengo un blackout”. Todos se alarmaron y vieron que mis ojos se movían sin mucha coherencia y que estaban como en otro mundo sin poder oír o decir nada. Me llevaron a la cama con ayuda, me acostaron y después de 20 minutos volvieron a funcionar las baterías.

Al volver en sí, pregunté qué había pasado, porque a mi alrededor las caras de pánico eran evidentes. Me preguntaban si recordaba que estuve en la playa y yo  decía que sí. Que si recordaba mi desayuno y yo decía que sí. Que si recordaba que dije “tengo un blackout” y ahí dije que no, que eso pasa en la CDEEE. O sea, fue a partir de ese momento que se produjo un vacío. 

Llamaron a mi médico, el Dr. Bernardo Defilló, quien ordenó unos medicamentos rápidamente adquiridos en Juan Dolio. Mientras tanto, nos embarcamos con urgencia hacia Santo Domingo directo a CEDIMAT. Ahí me atendió el Dr. Luis Eduardo Suazo, neurocirujano, que a su vez llamó al Dr. Defilló para tener más información sobre mi historial clínico. Ambos médicos demostraron su gran profesionalismo en el manejo del caso, como también CEDIMAT en toda su extensión.

Durante 24 horas estuve sometido a decenas de estudios y análisis hasta que llegó el momento de ponerme una máscara y meterme en un tubo sin salida, para una resonancia magnética. Me entró el pánico y hubo que llamar al anestesista. Nunca le he temido a nada terrenal pero ese tubo era el diablo en persona.    

Por suerte y antes de la anestesia, un médico dijo que había que hacer una prueba metiéndome y sacándome del tubo rápidamente. Aguanté cinco segundos y comencé a gritar “sáquenme de aquí”. La prueba concluyó que por mi gordura no cabía en el tubo.

Sustituyeron ese equipo por otro que no era tan difícil de soportar ya que es como una llanta de tractor que sirve para realizar tomografías.

Al día siguiente, y cumpliendo las 24 horas exactas, me dieron de alta pero con un montón de advertencias que comparto con mis lectores.

Diagnóstico: Isquemia por exceso de peso y tabaquismo. Las consecuencias pudieron ser mortales y esta fue una advertencia. El cuadro se complica por mi condición de hipertenso y con un colesterol regularmente alto. Si no dejo el cigarrillo estoy frito y si no hago dieta, también. La falta de ejercicios esta anquilosando mis órganos y todos esos ingredientes juntos son la antesala de mejores días en el más allá.

Así que a los gordos que se cuiden, controlen la alimentación y rebajen de peso. A los fumadores, dejen esa vaina para que no se jodan. Y a los sedentarios, hagan ejercicios para que puedan caber en esos estrechos tubos que podrían salvarle la vida con un buen diagnóstico.

Les cuento esto porque me gusta compartir mis sentimientos y experiencias cuando con ello aporto algo positivo. Puedo ser controversial y por lo tanto, querido por unos y odiado por otros, pero hay momentos en que el corazón se estremece y nada de eso tiene importancia, excepto la vida misma. 

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