Su unión es la máxima expresión del contraste. Blanco y negro son eternos polos opuestos que se han atraído siempre. Su empleo en la decoración es un auténtico clásico, puesto que toda época ha encontrado en ellos inspiración para teñir sus diseños, ya fueran recargados o infinitamente puros.
El equilibrio entre la luz de uno y la oscuridad del otro ha sido logrado con maestría por el interiorismo, ya que el atractivo de este juego bicolor es imperecedero, por lo que ha sido recurso protagonista de muchos proyectos. Su innato encanto la coloca como favorita entre las posibilidades con las que son capaces de vestirse los espacios contemporáneos.
El poder de seducción
Esta mezcla de luz y sombra tiene mucha magia seductora. Por razones socioculturales hemos aprendido a identificar el blanco con la vida, la luz, la pureza, la sensibilidad, etc., y el negro con todo lo contrario: lo oculto, la oscuridad, la muerte, etc. por ello en decoración como en vestuario esta mezcla juega con estas sensaciones y consigue romper con lo aprendido, logrando que el blanco sea misterioso y el negro optimista.
Reminiscencias contradictorias
Este dúo de color tuvo un uso muy recurrente en los años veinte y dentro de las pautas del minimalismo oriental. Un ejemplo tradicional son los suelos de damero (también llamado de ajedrez) que podemos hallar en salones neoclásicos, cocinas rústicas y baños.
Temporada
En otoño esta tendencia le va muy bien a los espacios del hogar.