Bob Dylan el músico de las mil caras

Bob Dylan el músico de las mil caras

POR GRACIELA AZCÁRATE
“El rollo del artista que pasa hambre es un mito. Lo iniciaron los grandes banqueros y las jóvenes damas prominentes que compran arte. Ellos simplemente quieren mantener al artista bajo su dominio. No tienes que morirte de hambre para ser un buen artista. Sólo tienes que sentir amor y tener un punto de vista claro.

Y tienes que combatir la depravación. El no transigir, eso es lo que forma a un buen artista. No importa si se tiene dinero o no. Además, hay otras cosas que conforman la riqueza o la pobreza aparte del dinero (enero de 1978)”.

“Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo. Bob Dylan nunca piensa sobre Bob Dylan. Yo no pienso en mí mismo como Bob Dylan. Es como dijo Rimbaud: Yo soy el otro” (Biograph, 1985).

El músico norteamericano Bob Dylan acaba de ser galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Artes por ser un “mito viviente en la historia de la música popular” afirmó el jurado en la ciudad de Oviedo.

“Austero en las formas y profundo en los mensajes, Dylan conjuga la canción y la poesía en una obra que crea escuela y determina la educación sentimental de muchos millones de personas”

Su verdadero nombre es Robert Allen Zimmerman, pero su admiración por el poeta galés Dylan Thomas le hizo adoptar su nombre.

 Nació en Duluth , Minnesota, Estados Unidos  en 1941.

Sus apologistas y antólogos dicen que es un “mito viviente en la historia de la música popular y faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo. Por ello mismo, es fiel reflejo del espíritu de una época que busca respuestas en el viento para los deseos que habitan en el corazón de los seres humanos”. 

Su música y composiciones  combinan la belleza de la poesía y el compromiso ético.

Desde su pueblo natal, Duluth, emigró en los sesenta llevando la armónica con la cual recreó viejos “blues” del Mississipi y  su guitarra para tocar las canciones folk que irrumpieron en el Greenwich Village, sacudiendo la modorra de los intelectuales y bohemios que imaginaban una alternativa a la conformista “american way of life”.

Reinó con ese himno que es “Master of war”, marcando con el dedo de la poesía a los señores cuyo negocio era la guerra; canciones como “Times they are a changing”, pedía dar paso a los cambios, a los nuevos tiempos y la famosa  “Blowin’ in the wind”, hoy día es cantada en las iglesias como un himno religioso.

Tuvo un resonante éxito con  el acercamiento a la música y estilo de los “Beatles” en Norteamérica y aplicó el pop a todas sus canciones lo que le aseguró los primeros lugares en la cima de las listas Billboard.

Su amistad con Andy Warhol y su viaje a Inglaterra en 1965, le permitieron   “textos legibles por la sociedad en que vivía y música amplificada con que llegar a grandes audiencias”.

De esta manera trabajó el rock and roll  al ritmo de los adolescentes  que dejaban la escuela media, el folk servía de correa de trasmisión entre el Village, los textos poéticos y de denuncia de Dylan y los aportes  de los muchachos de Liverpool.

Sus composiciones y música eran ovacionadas en las grandes concentraciones musicales en Monterrey, Woodstock, Wight y en Altamont.

Su lirismo, su sentido irónico, cuarenta años después  son reconocidos por el jurado que le otorgó el premio “Príncipe de Asturias”. Galardón  que además coincide con la reedición de “Don’t look back” la película que Pennebaker filmó durante la gira de Inglaterra, de 1965, y Martin Scorsese  acaba de filmar un documental, “No direction home”, en el que narra paso a paso como se gestó la electrificación de la palabra y como “Highway 61 revisited”, primero, después “Blonde on blonde”, para continuar con “White album”, y los “Rolling Stones”, convocan la oscuridad y el lado canalla de la vida y reunen al mismo tiempo a figuras de la talla de Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Janis Joplin o Brian Jones.

Hizo la radiografía poética de  un mundo contradictorio que predicaba el amor en los conciertos de San Francisco y bombardeaba con napalm en Vietnam, que tomaba el sol y surfeaba a un lado del Pacífico mientras morían en el otro lado con el desgarrador “The end” de Jim Morrison y “The Doors” y el himno americano interpretado por Jimmy Hendrix.

La sociedad estaba “sonada” cantaba, las chicas están perdidas porque , «besan, hablan y hacen el amor como una mujer. Pero se derrumban como una cría” y, abandonadas por el glamour y el brillo de la publicidad, se volvían “invisibles, nadie, sin sitio donde ir, como un canto rodado” al albur de la corriente (“Like a rolling stone”).

Todo quedaba en palabras vanas y no había respuestas: “Todo está bien, sólo lloro, sólo estoy sangrando” .

En 1975,  Bob Dylan llegó a España y fue ovacionado por la canción “Desire”, se da a conocer con canciones de redención encabezadas por la reivindicación de la inocencia del boxeador Huracán Carter.

Con un circo ambulante inició una gira donde colaboraban los distintos músicos que estaban de paso como Roger McGuinn, Mick Jonson, Joni Mitchell, Ramblin’ Jack Elliott, Joan Baez, y el poeta Allen Ginsberg entre muchos otros.

 Escribe y dirige la película, “Ronaldo y Clara”, que mostraba su mundo y a él con una sucesión de caretas, de personajes que se alternan hasta hacer desaparecer al gigante Dylan y convertirlo en un fantasma, un estandarte y  un ícono musical.

El judío Zimmerman, se cuela, se independiza y  adopta la máscara de Dylan.

Aparece a los seis años  cuando comprendió que nunca podría satisfacer a su padre que lo quería para seguir al frente de un negocio de materiales eléctricos. La vida de comerciante judío no es el sueño del joven Bob y el ambiente minero de la población en que viven no significa el futuro  para un niño que descubre muy pronto la música. A los ocho años aprendió solo a tocar el piano y por diez dólares compró una guitarra por correo. Escucha la radio todas las tardes y descubre la música de Hank Williams y de los grupos de color.

“En ese preciso momento se enamora de la idea de llegar a ser un héroe del rock and roll, y lograr el éxito de Elvis Presley, Carl Perkins o Jerry Lee Lewis”.

Entre sus muchas máscaras una de ellas se pregunta si es el cantautor de “Freewheelin” coreado por los izquierdistas de Newport con el banjo de Pete Seeger o el que amplificaba su guitarra en compañía de Robbie Roberston y Al Kooper.

O también ese otro personaje que se va a vivir a una granja de Woodstock para tener hijos y en el sótano escribir con “The Band” canciones ásperas que le llevarían a publicar el austero y profundo “John Wesley Harding” o bien ese otro duende que fue a Nashville y grabó con Johnny Cash y músicos de estudio canciones de amor y las versiones de un “Self Portrait” que acababa con el mito.

Es  ese otro personaje  que desnudó su alma y hace poemas de la separación matrimonial en el desnudo, íntimo y estremecedor “Blood on the tracks” en un estudio de Nueva York o el vagabundo   que nunca dejó de ser  desde que salió de Minnesota y recorre  América, en 1975, gritando más que cantando y volviendo sus canciones al revés hasta hacerlas irreconocibles.

Bob Dylan es también el poeta católico que dedica tres discos a confeccionar un rock gospel y da sermones, o el que dirige bandas emblemáticas a las que somete a la  improvisación caprichosa.

Cuenta Jerry García que “nunca ensaya y que los temas comienzan cuando él arranca y finalizan cuando él lo marca, y que se limitaban a seguirle”.

 “The Band”, los “Heartbreakers” de Tom Petty o “The Grateful Dead” son algunos de ellos.

Huraño, inexpresivo,  contradictorio, exasperante, místico  sólo ofrece música, evita contoneos y movimientos del cuerpo.

Lo único que se concede es el gusto por los sombreros que evolucionan desde la chistera de los años sesenta al Stetson de fieltro que lleva en la actualidad.

En Dylan albergan múltiples personajes que van desde  el novelista de “Tarántula” o el memorialista clásico del primer volumen de “Crónicas” que utiliza el género autobiográfico para reinventarse y contar un mundo ido. Es el actor inexpresivo de “Anónimos” con Penélope Cruz y “Corazones de fuego” con Fiona Flanegan o el asustadizo personaje que Sam Pekinpah le dio en “Pat Garret and Billy the Kid”, llamado “Alias” que acaba por olvidar su propio nombre.

Es el mismo que se pasó la década de los noventa sin escribir canciones porque no tenía nada que decir o el que celebró sus cincuenta años rodeado de iconos del rock en una fiesta transmitida vía satélite a todo el mundo.

Es el locutor que hace un programa semanal de radio, el “Theme Time Radio”, en un canal meteorológico, el que acepta ser doctor honoris causa por la Universidad de Princeton, en 1970, es el que se declara hebreo y en enseguida canta ante un Juan Pablo II tembloroso y enfermo “Knockin’ on heavens door”, el que escribe que “el patriotismo es el último reducto de los canallas” en “Sweetheart like you” y participa en la juramentación del presidente Reagan que semanas más tarde invadía la isla de Granada.

En realidad toda su obra expresa su perplejidad y dudas en forma de preguntas con un lenguaje poético.

“Personaje polémico, compositor único, intérprete imprevisible, Bob Dylan es una figura compleja, llena de aristas como la realidad que nos refleja tras su lectura”

Amado por unos hasta la exaltación, vituperado y odiado por otros, las voces que hablan sobre su obra y su vida abarcan un amplio abanico que va desde Joan Baez que dice: “Yo nunca he visto carisma como el que exhibía Bob en sus actuaciones”.

El ex Beatle George Harrison afirma: “Bob es muy chistoso….. quiero decir que mucha gente se lo toma en serio y sin embargo, si conoces a Dylan, es todo un bufón.

En cambio John Lennon escribió: “No hace falta oír lo que dice Bob Dylan, lo importante es cómo lo dice”.

Para el poeta Allen Ginsberg “Al oírle pensé que un alma cogía la antorcha de América”.

El siempre urticante y polémico Truman Capote afirmó rotundo: “Siempre he pensado que Dylan era un farsante. Desde luego no es un muchachito que canta canciones líricas. Es un oportunista que quiere hacer carrera y sabe muy bien dónde va. Además, es un hipócrita. Nunca he comprendido por qué le gusta a la gente. No sabe cantar”.

Hace unos días, a raíz del premio otorgado y como para cerrar tan diversas y polémicas opiniones el director de cine español Pedro Almodóvar que acaba de  recibir la insignia de comendador de la Orden al Mérito de la República italiana, elogió a Dylan, al que definió como su “gran ídolo, luchando a brazo partido con los Beatles”, y dijo que su obra se puede comparar a la de “los mejores poetas contemporáneos”.

Fuentes:

Página oficial de Bob Dylan
Revista de Bob Dylan en español
Obtenido: http://es.wikipedia.org/wiki/Bob_Dylan”
Prensa Asturiana : Dylan, sin mirar atrás de J. M. Solana.

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