Bochornosa conducta

Bochornosa conducta

El país asiste sin que prestemos atención alguna al acontecimiento, a un hecho tanto bochornoso cuanto degradante. Este diario le ofreció cobertura informativa desde el primer instante, y sin embargo, nadie en el Gobierno Dominicano parece darse cuenta de lo trascendente de esta insignificancia.

Ocurre que el gobierno venezolano donó cien viviendas en la jurisdicción del municipio de Bonao. Por cuanto hemos leído, la donación estaba destinada a quienes sufrieron daños por el paso de las tormentas Noel y Olga.

Pero algunos políticos de la provincia Monseñor Nouel decidieron darle destino diferente. Y el embajador de la hermana nación, y de su gobierno, decidió no cruzarse de brazos. En efecto, el representante diplomático, Francisco Belisario Landis, exige que se respete la disposición del donante.

El donante es el gobierno que él representa ante pueblo y gobierno de la República Dominicana. Tal solicitud no es cosa del otro mundo, pues el que regala algo sabe a quién quiere donárselo. Y nadie puede disputarle ni decisión ni deseo.

En la medida en que asistimos, sorprendidos, al indecoroso espectáculo, nos decimos que el país ha cambiado radicalmente en el último medio siglo. Y cuando contemplamos aquello que viene ocurriendo, nos preguntamos si los cambios nos elevan o nos degradan. Les confieso que me consume pesarosa inclinación al dirimir el asunto.

En 1962, al crearse el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), se estableció un programa cuyos parámetros no andan lejos de lo que pide el embajador venezolano. Los proyectos levantados entonces, con recursos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y contrapartidas locales, eran asignados tras un estudio de beneficiarios. Como lo pidió el diplomático. Viviendas para clase media y media baja era lo que se erigía. Nuestra memoria no registra disputas en virtud de su asignación. No se vieron Gobernadores de Provincias o empleados de las gobernaciones, forzando la inclusión en aquellas listas de repartos.

Los dominicanos éramos otros, confesémoslo sin ambages, y con mucha vergüenza. Hoy es diferente. Los reclamos del embajador Landis no parecen escucharse ni siquiera en el gobierno central. Ciertamente, como lo expresan fuentes de la Cancillería, este bochornoso acontecimiento no empañará las relaciones de amistad y comercio que sostenemos con aquellos pueblo y gobierno. Pero, ¡caramba! ¡tampoco mostremos esta inaudita y desvergonzada conducta sin que el Gobierno Dominicano actúe para atender el reclamo del donante!

Como dominicano, lo proclamo, me siento avergonzado al contemplar la bochornosa conducta que exhibimos. Estamos tratando de arrebatarle a un diplomático donante, lo que él, con plena facultad, quiere regalarle a quien él ha decidido que se le entregue.

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